El Aparato que voló sobre la Campus Party

Arnau Serra

¡Hola! Me llamo Aparato. Tengo alas, o hélices, o algo por el estilo. El caso es que vuelo. Y además me han enchufado una cámara en el estómago, así que, si os parece bien, voy a contaros lo que veo (luego ya pasaré copias del vídeo editado para que os implantéis el recuerdo y lo reviváis). Destino: Campus Party en Valencia.

El contexto es espectacular. Me refiero a la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Imaginaros que podéis dibujar lo que queráis que luego os lo convertirán en estructuras arquitectónicas reales.

Entonces me fijo en los que van entrando. Todos llevan colgada una credencial y una sonrisa. Los hay muy jóvenes, otros veteranos; con gafas o sin; pantalón corto, un polo elegante, chanclas o zapatos atados.

Veo a los que alucinan, desorientados: es su primera vez. También pasan decididos algunos grupos empujando carritos de la compra cargados de máquinas, cables, pantallas y cafeína.

Ya que estoy, entro.

Un bosque de ordenadores convierte en pequeños los espacios inmensos. Me recuerda a una visita a la zona amazónica.

Me explico. Abrirse paso en la selva es flipar, de entrada, con todo el conjunto. Luego, te detienes a observar el detalle y descubres a una hormiga rarísima, te das cuenta de que aquella rama era, en realidad, una serpiente, y empiezas a dar vueltas y te estresa el no saber dónde mirar de tanto que hay por ver.

Aquí lo que veo es un ordenador dentro de una moto o de un imponente Empire State Building; bombonas de nitrógeno para enfriar hardware súper revolucionado, simuladores de pilotaje de aviones, robots, helicópteros, sillones, sofás, sillas de playa, neveritas cargadas de refrescos, infinitas bolsas de snacks, manos enganchadas a smartphones, auriculares tamaño Dumbo…

Y un grito: “¡Ugagá!” o algo así. De repente alguien lo suelta a pecho abierto y muchos se suman a una exclamación que llega a todos los rincones como un eco. Son clanes unidos por camisetas, banderas o globos, o bien campuseros que no saben de qué va pero gritan porque les sale.

Doy algunas vueltas más y descubro a algunos verdaderamente pegados a un vídeojuego compartiendo mesa con un técnico que le fotografía desde el robot que ha creado, mientras un experto en social media lo twittea.

De fondo, ponentes, personalidades, genios, jóvenes atrevidos y orejas inquietas que escuchan y aportan con sus intervenciones. Unos han dormido de hotel; otros han pasado la noche en una de las innumerables tiendas de campaña facilitadas para la ocasión.

Jon “Maddog Hall”, presidente de Linux

Tengo que volver a coger altura. Respiro, inspiro, expiro, y entonces lo sé. Ya entiendo qué es eso que tiene Campus Party: aquí nadie se conoce… pero todos nos conocemos. Somos un equipo, somos campuseros.

Justo cuando estoy saliendo me cruzo con un hombre que no lleva colgada la acreditación, pero sí la sonrisa. Me pregunta: “¿Dónde es esto de los aparatos?”. “Fácil”, le digo. “Tú grita ‘¡Ugagá!’, o algo así, y sigue sonriendo. Campus Party te encontrará”.