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Star Wars capítulo VIII: El desorden de las Galaxias

Sr. Azul 4 minutos
Se busca Jedi, idealmente con barba y capucha. Se valorará dominio de las armas láser y de la fuerza. Sentido del humor imprescindible. Razón: portería de Disneyland París.

Este, sin duda, es el anuncio soñado por aquellos que, locos por el devenir de la fuerza en la épica de las batallas en las Galaxias, no han dudado en imitar, disfrazarse, memorizar pasajes o simplemente llorar histéricamente, ante la inminencia del estreno del capítulo 8 (uve palito palito palito) de ‘Star Wars: los últimos Jedis’.

Star Wars a lo español

Primero de todo conviene analizar el fenómeno fan de LA SAGA por antonomasia, desde el punto de vista español: lo que antes eran fonéticamente “Yédis” ahora son “Yedáis” y lo que antes era una Guerra de las Galaxias común, cercana, ahora es una yanquísima Star Wars. Eso sí, para que se note el aire patrio, aquí andamos más con “Estar Guars” que “Star Wors”. Nobleza, me temo, obliga.

Y en ese ambiente patrio, nos encontramos con que el universo starwarsiano o guerragaláctico está plagado de personajes y nombres emblemáticos, algunos de los cuales parecen inventados por Chiquito de la Calzada: Chewbacca, Qui-Gon Jinn, Jabba the Hutt, Bobba Fett, Greedo, Sebulba. Al margen de que podría aparecer un Grijander o Agromenauer perfectamente, hay que reconocer que esos eran nombres de nombre. Sin embargo, ahora, como en el resto de la sociedad terráquea se llevan los nombres cortos: Rey, Finn, Poe… nombres de mote que han venido para quedarse y para hacer las delicias de los partidarios de los eternos rebeldes “Yedáis”.

Los buenos son malos buenos y los malos son buenos malos

Los buenos, porque al final todo esto no es más que un peliculón de buenos y malos, son oficialmente los de la luz, los herederos del maestro Yoda. Al margen de cualquier parodia o parecido razonable que se haya pretendido hacer con el pequeño gran maestro, se supone que oficialmente los niños, adolescentes, adultos y, en definitiva, bípedos aficionados a los combates galácticos, deben ir con los buenos.

Sin embargo, yo, como muchos de los aficionados  a Star Wars, nunca pienso en los buenos de la peli como buenos universales. Exceptuando a los siempre leales C3PO, R2D2 y la nueva figura rutilante BB-8, pero la verdad es que no dejan de ser secundarios. Así que, cuando pienso en buenos de películas, pienso en John Wayne, en Bruce Willys y su John McClane o en SuperMan. Porque en Star Wars nada es lo que parece. O sí. O no. Este es el encanto: ¿son los buenos, buenos? Porque la luz no da la calma que tanto pretende, pues existe la tentación de lo molón del reverso tenebroso.

Y aquí es cuando detectamos que la cita de Yoda es incompleta: “el miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento”. Se supone que es en el río revuelto del sufrimiento en el que pesca el Lado Oscuro. Pero, añado yo: los trajes molones, las espadas rojas y los cascos de última generación ayudan bastante a irse, siquiera un poco, a ese Lado Oscuro que es como un aquelarre del disparo, la conquista, el esgrima láser y el ajuste de cuentas contra quien falla o con el primero que pase.

Porque mola Luke en plan buen chaval poniendo la mesa, ayudando a su tía a subir las bolsas de la compra del mercado de Watto y salvando la Galaxia y tal sin saberlo, o Han Solo en plan canalla con corazón. Pero lo que de verdad te hace flipar es la entrada de Darth Vader en la primera peli (Capítulo IV), su dominio de la fuerza para hacer malabares en el aire con un almirante al que está ahogando a distancia, la cara pintada y la doble espada de Darth Maul o la espada de caballero rojo de Kylo Ren. Vale, Kylo no es el paradigma de aspecto de malísimo cuando se quita el cascazo de rayas, pero gasta más mala baba que si cabreas a Indiana Jones. Hasta tienen un aire familiar.

La saga, el desorden y el repelente forofismo desmedido

Si hay una cosa que me gusta a mí de La Guerra de las Galaxias es el desorden. Todo parte de una película que es la primera, pero es el capítulo IV. Se presentan el V y el VI. Y cuando se saca la cuarta peli, resulta que es la I. Y es más moderna que la IV. Ese desorden parece que, sin querer, o queriendo, ha contagiado al desorden en el espacio donde conviven planetas arrasados, secos, áridos, con bellezas llenas de vegetación, agua y algún que otro bichejo majete, como los Ewoks o el injustamente odiado Jar Jar Binks. Y ese desorden nos descubre que Yoda salta muy rápido.

Créditos: Star Wars

Todo esto, más la combinación de algo de filosofía (no muy profunda en ocasiones, pero suficiente) y alguna inconsistencia en la continuación espacio-tiempo o respecto a la relación de los personajes, contribuye más, si cabe, al forofismo. Y el fenómeno fan de Star Wars sólo es comparable realmente a cuestiones tan místicas como el fútbol o los Beatles. Y todos los autollamados a sí mismos expertos, pecan de lo mismo: de una repelencia correctora de cualquier dato que llena tu corazón de todo lo necesario para irte al lado Oscuro. Y te llenan de deseo de lanzarlos a cualquier trituradora de basura de cualquier Estrella de la Muerte que se precie. Dianoga incluidos. Pero en el fondo (de la trituradora) hay que quererlos.

En definitiva, que se viene el capítulo VIII. Que vuelven Rey, Finn, Poe, BB-8, Kylo, Snoke y la Primera Orden. Y que vengan muchos más. Gracias Lucas, gracias Disney. Gracias Chiquito.

 

Nota: hay un pequeño gazapo intencionado en este artículo. A ver si lo encontráis. De los no intencionados no digo nada, que para eso ya están los verdaderos forofos de Star Wars. Aficionados.