Rusia, no tan roja

Marta Lizcano
Este año, después de mucho tiempo queriendo ir, por fin he conseguido visitar Rusia. Y qué mejor que hacerlo en el 100 aniversario de la revolución, pensé yo… pero he de reconocer que he tenido ideas mejores. A pesar de los pesares, la experiencia ha sido inolvidable y quiero compartir aquí algunos secretos, otros no-tan-secretos, y también derribar algunos mitos: Hermitage, ejem, ejem.

La cultura rusa es muy distinta de la española y tener un alfabeto diferente supone una barrera bastante infranqueable. Sin embargo, ahí acaban las diferencias, porque poco queda ya de esa revolución que nacía hace un siglo. Descubrir los vestigios de la época soviética es como participar en una gymkana gigante en la que tendrás que reunir pistas para ir encontrando la siguiente ubicación escondida, pero el juego merece la pena porque la arquitectura y los monumentos de la época son verdaderamente mastodónticos.

Eso sí, no esperes encontrar un puzzle perfectamente armado: vas a encontrarte piezas sueltas, algo así como una room escape en el mundo real. Una estatua aquí y una placa allá, una imagen desgarrada, porque hay un interés bastante evidente en borrar aquella época de las memorias. Solo vas a descubrir un vago reflejo de lo que un día fue la URSS.

Moscú: el gigante gris

Nuestro viaje empieza en la capital, con un paseo hasta la Catedral de San Basilio. La estampa es preciosa tanto de día como de noche, incluso teniendo en cuenta el  gigantesco escenario desplegado en la Plaza Roja. Porque resulta que el centenario de la revolución coincide (redoble de tambores) ¡con los 870 años de la ciudad de Moscú! Allí podéis visitar el Mausoleo de Lenin, un lugar no apto para personas impresionables donde se conserva su cuerpo momificado.

El Museo de Cosmonáutica —que no astronáutica— es un must. Al entrar en la primera sala puede parecer pequeño, pero no te relajes o no te dará tiempo a verlo entero. La exposición muestra objetos que formaron parte de la carrera contra EE. UU., desde utensilios hasta naves reales. ¡Hasta podrás enterarte de cómo se va a al baño en el espacio! Me decepcionó la poca atención que dedican a Valentina Tereshkova, que en 1963 se convirtió en la primera mujer en abandonar la Tierra. No dejes de visitar la colosal estatua del obrero y la campesina que se encuentra muy cerca del museo, muestra de la unión del campo y la industria que se propició durante la revolución.

Siempre había oído que Moscú es de las ciudades más caras del mundo, pero supongo que lo es si vives allí, porque como turista que viaja desde Madrid resulta incluso barata. Una apuesta segura para comer son los stolovaya (столовая), restaurantes tipo autoservicio con comida rica y muy barata al estilo soviético (entre 5 y 10 euros por persona).

Por otra parte, el viaje en metro cuesta bastante menos de un euro. Visitar sus estaciones es una de las actividades más baratas y alucinantes. En ellas podrás encontrar muestras de arte soviético. Eso sí, no recomiendo las visitas guiadas, porque está abarrotado siempre y puede ser bastante caótico. De hecho, se conocen casos de personas perdidas durante horas por las kilométricas líneas (verídico). Mis estaciones favoritas son Novoslobodskaya (Новослобо́дская), repleta de vidrieras, y Komsomolskaya (Комсомóльская), que es como un gran palacio. Aunque el metro es una maravilla, moverte bajo tierra no te permite hacerte idea del tamaño que tiene esta ciudad. Aparcar el gorro y el calientamanos y pillar un bus turístico es una gran opción si no tienes demasiado tiempo o viajas en días de frío y lluvia.

¡Momento souvenir! Si vas a Torremolinos y no traes recuerdos puede que te lo perdonen, pero no traer nada de Rusia igual genera algún que otro resquemor. Un buen lugar para hacer compras es Izmailovo, un enorme mercado en el que encontrarás desde las matrioshkas tradicionales hasta versiones con el jeto de Putin o de Trump. También puedes hacerte con monedas, pins y otras reliquias soviéticas como la cámara que me compré yo. Y si no se te da muy bien elegir regalos, siempre te quedará el vodka.

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San Petersburgo: turística y hipster

Las probabilidades de que haga mal tiempo cuando vayas a la Venecia rusa son altísimas; de hecho, se dice que solo hay unos 30 días soleados al año. Por suerte, uno de los sitios más chulos de la ciudad está a cubierto: el Museo de Máquinas Recreativas Soviéticas. Por el nombre ya se te cae la baba, pero agárrate que mejora: puedes jugar a todos y cada uno de los juegos que encontrarás allí, como un hockey-mesa, uno para medir tu fuerza como los de las ferias y varios juegos de tiros. Además, las máquinas siguen funcionando con monedas soviéticas, así que la experiencia te transporta años atrás. Sin duda fue una de las mejores tardes del viaje. Te recomiendo que no vayas el primer día o tal vez no te puedan sacar de ahí durante el resto del viaje. Spoiler alert: ¡engancha!

 Al ladito del museo está la Iglesia del Salvador Sobre la Sangre Derramada. Eso sí: no pierdas el tiempo ni el dinero visitando el interior de las iglesias, lleno de imágenes y pan de oro. El exterior da mucho más juego para el postureo en Instagram. Yo me quedo con los colorines y las cúpulas del exterior, que parecen enormes cebollas de gominola. De hecho, no me pude resistir a pegarles un lametón. ¡Yumi!

Como parte de la planificación de mis viajes, he cogido la costumbre de leer novelas y ensayos relacionados con el país que voy a visitar. Creo que esto hace nuestros viajes más interesantes y provechosos y de paso le da un puntillo a tu perfil de Tinder. Así pues, 2017 ha sido mi año de la literatura rusa, un rollo totalmente diferente y que me ha enamorado. Además de los míticos (Dostoyevski, Tolstói…), te recomiendo que eches un vistazo al catálogo de una de mis editoriales favoritas, Automática Editorial; puedes leer, por ejemplo, El tren cero. Otro imprescindible es Diez días que estremecieron el mundo, que narra los primeros días de la Revolución de Octubre. La reedición ilustrada de Capitán Swing es una maravilla.

Estas y otras lecturas pueden ser una buena opción antes de ir al Museo Estatal de la Historia Política de Rusia, ya que ofrece una visión bastante sesgada (desde mi punto de vista), aunque muy completa e interesante, de la historia del país desde el siglo XIX. En Moscú puedes encontrar un museo similar, el Museo de Historia Contemporánea.

Si estás pensando en ir a Rusia, lo más probable es que el Hermitage esté en tus planes. Como museo no es de mis favoritos —vaya por delante que el Louvre tampoco me gusta— pero las diferentes salas del edificio son un canteo y merecen la visita. No puedes irte de allí sin ver la biblioteca de madera, y tampoco te olvides de mirar los suelos. Además, atravesar el arco que da acceso a la plaza del Palacio de Invierno y sentirte como Lenin y el resto de revolucionarios aquella noche de 1917 tiene su puntillo, no te lo voy a negar.

Una de las cosas que más me apetecía conocer de San Petersburgo son los cafés de tiempo o anti-cafés. Se trata de lugares en los que pagas por el tiempo que estás en ellos y no por lo que consumes. Suelen tener juegos o espectáculos y café, té y repostería. Estoy segura de que molan muchísimo, pero los tres que intenté visitar estaban cerrados o eran imposibles de encontrar. En su lugar, encontré el Art Café Goutweed, una cafetería donde puedes tomar algo y comprar alguno de los muchos cuadros que colgaban de sus paredes. Aunque el sitio es muy agradable me quedé con ganas de ver algún café de tiempo, así que si encuentras alguno, ¡cuéntamelo!

Créditos: Marta Lizcano

El centenario de la Revolución va llegando a su fin, pero si necesitas una excusa para ir a Rusia, el año que viene se celebra el Mundial de Fútbol. Aunque te aseguro que, con celebración o sin ella, este es un país que no te va a dejar indiferente.