Sal

¿Quién quiere trabajar en casa pudiendo trabajar en un bar?

Henar Ortega
Cualquiera que trabaje con un ordenador todos los días lo sabe: hay vida más allá de las oficinas, de los coworkings, de la casa de uno, o de la presunta wifi del AVE cotizada a cojón de mico y que nadie que yo conozca ha probado aún. En un bar se trabaja divinamente. Que se lo digan a profesionales del mundo creativo y a freelances de todo tipo y condición.

Los Gabinete Caligari ya cantaban a los bares como lugares para conversar, y además alababan las mieles de los romances codo en barra con su mítica letra “no hay cómo el calor del amor en un bar”. Pues bien: eso es porque no eran freelance ni existía un buen wifi que necesitar.

Un buen bar, eso sí, que no tenga olores demasiado fuertes, ni fritangas (¡qué desagradable tener que limpiar la pantalla del ordenador como si fuera la campana extractora de la cocina de casa!). La música, que no esté demasiado alta ni sea estridente. El ambiente, ni muy calmado ni demasiado animado. Si es verano, importante asegurarse de que tenga aire acondicionado, y en invierno lo mismo pero con la calefacción. La fauna laboral asidua al noble arte de trabajar en bares tiene un extraño superpoder: nada más entrar por la puerta vislumbra la ubicación de al menos un par de enchufes, por si las moscas. Y se conoce algunas normas de urbanidad: ¡nada de estarse toda la mañana con un café solo, hombre, un poquito de por favor! Y algunos trucos: unos buenos auriculares te aseguran que aunque la cosa se ponga fea a nivel sonoro, vas a estar como en casa.

Una foto publicada por @henarrr el 19 de May de 2016 a la(s) 8:41 PDT

En Madrid hay que tener muy claro dónde ir cuando vas a ir a currar por ahí. No es plan de sentarte con tu portátil en una bodega centenaria de vermut de grifo y palillo en suelo (bueno, quizás para alguno sí, pero en mi humilde opinión: que se lo haga mirar…), o tener tan poca clase de sentarte en un Granier (aunque quizás sentarse con el ordenador en una de sus franquicias a ver el vídeo de las ratas podría ser una auténtica performance, pero ahí estaríamos procrastinando, no currando…).

Si sabes dónde ir, en la capital hay una serie de sitios a los que yo me llevaría las pantuflas, dejaría los papeles por la mesa, y en los que desplegaría todo el arsenal de material de oficina. Suerte que no me dejan y que siempre que me apetece voy a cualquiera de ellos, eligiendo según las sensaciones que me apetezca vivir:

La Infinito

(Calle de los Tres Peces, 22)

Es el lugar de lugares. Jamás unas sillas antiguas de su padre y de su madre y un hilo musical indie fueron tan agradables para estar trabajando. La carta de cafés, tés y otras bebidas es suculenta y allí las horas pasan volando.  Recomendado para trabajos creativos y para sentirte como en un pueblo en pleno corazón de Madrid: la intersección en la que se encuentra es simplemente embriagadora de mirar.

Una foto publicada por @henarrr el 27 de Sep de 2016 a la(s) 5:25 PDT

La cafetería de La Casa Encendida

(Ronda de Valencia, 2)

Un sitio con bastante trasiego (sobre todo por las tardes) pero mucha buena onda. Café riquísimo, aroma a cafetera espectacular, ambiente cultural, opción de mesa individual o compartida, y de mesas altas. La inspiración fluye por este amable rincón de Madrid.

La cafetería del Círculo de Bellas Artes

(Calle de Alcalá, 42)

La Pecera (así es como se llama) es para ir un día que te apetezca sentirte como un periodista de los 90, o como en una película de Almodóvar. Amplitud, ambiente de ese Madrid clásico y elegante pero cosmopolita, es en entorno perfecto para dejar fluir la mente y el teclado durante horas.

El café de la Nave 73

(Calle de Palos de la Frontera, 5)

Una sala de teatro genial que tiene un bar monísimo, con muy poquitas mesas, un ambiente inmejorable y sensación de que te podrías pasar allí toda la vida. Trabajar a gusto y tranquilo en un sitio era esto. Y ya de paso si te compras unas entradas de teatro o empalmas con tomar allí mismo un buen vino con un colega terminas de preparar el planazo.

Cafe de la Nave 73

Swinton and Grant

(C/ Miguel Servet, 21)

Esta galería de arte y librería en la que le hacen un hueco especial al arte urbano cuenta también con una zona de cafetería, agradabilísima para un ratito de menesteres al ordenador, libreta en mano, o alguna reunión breve. El muro magnético repleto de obra asequible de artistas cercanos y las deliciosas tartas artesanas terminan de tornar en perfecto un momento de concentración.

Lobby Bar del 7 Islas Hotel

(Calle de Valverde, 14)

Ambiente tranquilo, decoración bonita y acogedora, lugar espacioso y tranquilidad junto al bullicio de la Gran Vía. Ponerse en faena aquí como que te despeja y te permite trabajar con la mente bien abierta. Además si después tienes que ir a Malasaña a algo, está a un paso.

La Fugitiva

(Calle de Santa Isabel, 7)

Esta librería-bar de ambiente absolutamente literario se encuentra actualmente en obras. Parece ser que están remozando cuestiones de base del local, pero que abrirán tarde o temprano. Sus mesitas pequeñas y la bohemia que allí se respira son aptos para ir a elaborar bocetos o esquemas cuadernito y boli (o pluma) en mano, aunque por supuesto los ordenadores son bienvenidos y hay wifi que funciona divinamente. El lugar en el que inhalar paz era este… ¡ay, que reabra de nuevo pronto, por favor!

La fugitiva

Ocho y Medio Libros de cine

(Calle de Martín de los Heros, 11)

A los que nos gusta el cine lo tenemos claro: ¡qué maravilla la librería Ocho y medio, gracias por existir! Libros cinematográficos por todas partes, autógrafos por las paredes, pósteres bellísimos, una verdadera inmersión en el séptimo arte. Y para sentarse, sillas como de director de cine o hasta un par de butacones de una antigua sala. Mesas individuales, para grupo, una salita más recogidita… Tu ordenador, tú, y cualquier cosa que comas o bebas aquí vais a ser felices.

Ciertamente hay más sitios en los que no he probado a ponerme a trabajar pero en los que no descarto hacerlo pronto: La Realidad (Calle Corredera Baja de San Pablo, 51), el Lolina Vintage (Calle del Espíritu Santo, 9), el Federal (Plaza de las Comendadoras, 9), Juanse Kafé, antigua farmacia Juanse (la mítica de los azulejos de Malasaña, Calle de San Vicente Ferrer, 32)…

Una foto publicada por @henarrr el 13 de Jul de 2016 a la(s) 3:34 PDT

Y para una emergencia, querida persona que te tienes que poner a currar un rato en Madrid, no te olvides del sempiterno Starbucks, pero tampoco del VIPS, del Rodilla o, incluso, del McDonalds. Que no se diga que en estas líneas no doy el kit de supervivencia más completo para un “apretón laboral” cualquiera, ¡eh!