¿Puede una pisahuevos conducir un Porsche a toda velocidad?

Elisenda W.

Pues eso mismo era lo que me preguntaba subiendo el camino que te lleva al circuito. Objetivo: conducir un Porsche 911 S Carrera de GT Pasión.

Pensé que la primera sensación al pisar el asfalto sería adrenalina, o nervios; pero no, lo primero que me vino a la cabeza fue ese día que, intentando aparcar rápido en el centro de Barcelona, le dí a un árbol.

Pero antes de que el pánico se me subiera a la cabeza uno de los monitores nos llevó a los conductores a un rinconcito para darnos las explicaciones.

Te recuerdan que aquí vienes a conducir, a vivir una experiencia en un coche que tiene un motor parecido a una bestia. No se trata de correr ni hacer tonterías de adolescente con el carné recién estrenado.

“La primera curva en segunda; las de subida las tomáis abiertas”, seguían las instrucciones mientras mi cabeza de pisahuevos intentaba recordar cuál era el pedal de aceleración y cuál el de freno.

Y de repente, dijeron mi nombre… ¡me tocaba! La gente despareció y sólo estábamos yo y el flamante Porsche. Y por supuesto el fantástico instructor al que empezaba a venerar.

Mágicamente los nervios desaparecieron al sentarme cómodamente en los espectaculares asientos de cuero.

Y como además de pisahuevos soy bajita, al apretar el embrague para calcular la distancia del asiento me di cuenta de que era un coche diferente a cualquier otro que había conducido: un embrague durísimo con un sonido inolvidable y unas marchas cortísimas.

Pero el miedo voló lejos en el instante en el que me sentí preparada y puse primera. Tenía la sensación de que iba a despegar, que el coche me llevaría donde yo quisiese en una milésima de segundo.

Noté como la adrenalina me bajaba de la cabeza a los pies y comenzaba a creerme piloto de F1.

Al tomar la primera curva el instructor ya estaba tranquilo, y yo también. Me sentía a gusto con el Porsche y notaba que dominaba la bestia, ¡me hacía caso!

“¡Pon tercera sin miedo!”. Y de repente, dejé de sentirme una intrusa pisahuevos para creerme una conductora profesional. Notaba el coche culear en las curvas, pero lo podía dominar… y la recta… ¡hasta me atreví a pisar –casi– hasta el fondo!

Pero nada puede prepararte para el instructor diciéndote que es la última vuelta y que hay más conductores esperando. Si hubiese sido por mí habría dado mil vueltas más, y hasta me planteé seriamente distraer al instructor para llevarme el coche a casa. Me arrepentí de haber sido tan conservadora.

Sí, una pisahuevos sobrevive a la velocidad y al culeo, y hasta quiere repetir o hacerse rica y comprarse un bicho como éste.