Pasar un día en Valencia sin dejarse el bolsillo en el intento

José Confuso
Pongámonos en situación. Después de muchos días apagando el despertador a primera hora de la mañana para ir a trabajar -¿hay algo que dignifique más que meterse a codazos en un vagón de metro con la legaña todavía puesta?-, llega un momento en el que el cuerpo nos pide descanso. '¡Basta ya!', nos grita mientras consultamos el correo en el móvil para ver si nos han aceptado ya ese presupuesto que mandamos hace treinta y cinco días.
Valencia

Y tú, como buen ser humano, piensas que más vale hacerle caso no sea que se enfade y acabe obligándonos a quedarnos en la cama con una lumbalgia. Y dicho y hecho. Ordenas tu agenda, cancelas las citas que tenías pendientes y te coges eso que todo autónomo ansia más que una paga extra: vacaciones. ¡Madre mía! ¡Cuánto tiempo! Ahora, no te hagas ilusiones, solo puedes permitirte un día, que la vida está muy cara.

La utopía de llegar a fin de mes

Como freelance que se dedica a colaborar en diversos medios, os diré, por si hay alguien que todavía no lo sabe, que llegar a fin de mes es toda una utopía. Remuneraciones ínfimas, empresas que pagan -si es que lo hacen- a varios meses vista e impuestos desorbitados que acobardan incluso al más ahorrador entre los ahorradores. Imposible, por supuesto, llevar ningún tipo de previsión -siempre hay gastos extra-, ni dedicar una parte importante del sueldo a actividades de ocio. Vamos, lo que viene siendo la realidad de la mayor parte de los españoles -un hombro para llorar, por favor-. Pero no hay que perder la esperanza. Se puede salir de casa sin correr el peligro de volver con la cartera vacía y la tarjeta de crédito temblando. ¿Cómo? ¿Cómo? Pues confiando en esas ventajas de la tecnología que nos ayudan a ahorrar a los que tenemos poco talento para hacerlo.

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Salir y ahorrar. ¿Se puede? Sí, se puede

Hace pocas semanas, a través de ese grupo de whatsapp que todos compartimos con nuestros amigos -¿silenciar durante un año? Sí, por favor-, me llegó una estupenda propuesta para pasar un día en Valencia, tierra del sol, la horchata y la paella, con comida incluida y tarde-noche bailando en un concierto. ¿Quién se atreve a decir que no a un plan así? ¡Quiero! ¡Quiero! Pero, claro, acabamos en el mismo problema de siempre. ¿Me gastaré mucho? ¿Tendré dinero suficiente para acabar el mes? ¿No sería mejor quedarme en casa llorando en el sofá mientras mis amigos se divierten? Así que, ni corto ni perezoso, pensé en una opción cómoda y fácil para poder unir las dos cosas: salir y ahorrar. Y no, los métodos tradicionales no valen, que todos somos muy conscientes hasta que vemos un cajero en mitad de la noche y corremos a desvalijarlo.

Bocadillos y tapas. ¿Se puede pedir más?

La solución la encontré en la Tarjeta Correos Prepago MasterCard®. Tan fácil como cargar la cantidad de dinero que queremos gastar y lanzarnos a la calle. Se puede utilizar en todos aquellos sitios donde admitan MasterCard y no está vinculada a ninguna cuenta corriente, así que nos evitamos la tentaciones de gastar. ¡Por fin alguien ha pensado en los manirrotos! Con ella en el bolsillo me dispuse a disfrutar de mi único día festivo -emoji de carita de pena-, comenzando por uno de los legendarios bocadillos del Central Bar by Ricard Camarena. Situado en pleno Mercado Central, el bullicio del puesto de Camarena es una locura. Hacerse con uno de sus codiciados taburetes es casi misión imposible, pero con buena técnica y un poco de paciencia se consigue. ¡Y la recompensa es estupenda! Bocadillos y tapas de uno de los mejores chefs de la ciudad entre los tradicionales puestos del Mercado. ¿Qué más se puede pedir? Ya lo digo yo, nada.

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¡Qué estrés la vida moderna!

Con la satisfacción de habernos saltado la ‘operación bikini’ por una buena causa -¡que le den a la báscula!- y a la espera de una hora más prudente, aprovechamos para dar un paseo por el centro, que está de llorar de bonito. Que si la Catedral y la plaza de la Reina, que si el Ayuntamiento, que si el barrio del Carmen, el Mercado de Colón, ‘¿y si nos tomamos una horchata que tengo ya las piernas molidas?’, ‘Anda mira, no seas quejica, que esto cuenta como deporte’. Una última vuelta por Ruzafa en busca de la terraza ideal para reponer fuerzas antes de pasar por casa -si sois de los que saliváis cada vez que veis un pastel, Dulce de leche, en la calle Alberto Gisbert Pintor, será vuestra perdición- y directos a la ducha, que nos queda la noche y esto no puede ser. ¡Qué estrés la vida moderna! ¡Qué estrés! 

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Qué bonito es aprender

Con los gastos controlados y el presupuesto en orden, ¿a quién no le gusta pasar un buen rato disfrutando de un concierto sin pensar en nada más? ¡Y ahora sin el peligro de terminar reuniendo calderilla para pagar el taxi de vuelta! Me lo llegan a decir antes… Cerveza, música y todos tus amigos compartiendo fotos y vídeos en instagram. ‘¡Pero queréis dejar el móvil tranquilo, hombre ya!’. Por eso no hay que renunciar a los planes que nos apetece hacer. Al final, terminaremos viéndolos igual a través de los perfiles en redes sociales y nos lamentaremos de no haber ido -¿por qué, señor, por qué?-. Tan solo hay que focalizar, gestionar bien y aprovechar hasta el último céntimo. Así es como vive el día a día un trabajador por cuenta propia. Ay, qué bonito es emprender pero cuánto cuesta…

¿Dientes largos después de todo esto? Normal. ¡Qué sería de los houdinis si no muriésemos de ganas de escaparnos a cualquier momento! Pues me cuentan por el pinganillo que Atrápalo y Correos han preparado una iniciativa para poder vivir una experiencia similar. Desde luego, no hay nada en la vida como estar bien informado. La de sorpresas que te encuentras.