Oriente: tras la pista de tres Reyes y una estrella

Alberto Piernas
Llega la primera semana de enero. Abuelas y nietos se baten en duelo en las cabalgatas, el haba se convierte en Trending Topic y nuestro trío de barbudos favorito, los Reyes Magos, llega para traernos oro, incienso y mirra desde… ¿desde dónde? Buena pregunta. Porque, ¿qué queda de ese Oriente místico que oímos nombrar pero del que poco más nos preguntamos? ¿Estarían contentos Melchor, Gaspar y Baltasar con la Franja de Gaza? ¿Sigue existiendo un pesebre? Viajemos a Belén y otros lugares bíblicos a través de nuestra propia Ruta de los Reyes Magos en busca de la magia que olvidaron los telediarios.

Tres reyes, muchas rutas

En la Edad Media, y tras siglos de especulaciones, los eruditos dictaminaron que los Reyes Magos representaban a tres culturas y continentes diferentes: Melchor a los europeos, Gaspar a los asiáticos y Baltasar a los africanos. Cómo organizarían su quedada los tres sabios hacia el pesebre aún es una incógnita. Al igual que sucede con la ruta que emprendieron siguiendo la estrella fugaz más famosa de la historia.

Según los expertos, existen hasta tres rutas por las que podían haber pasado los Reyes Magos: la primera de ellas, a través de la conocida Ruta del Incienso desde el norte de Yemen o una segunda que partía de Irán y enlazaba con Babilonia, Irak, Siria, Líbano y Palestina hasta Belén. La tercera, la más facilita, sostiene que siguieron La estrella fugaz siguiendo la orilla del río Éufrates.

Lugares de especias, dunas y regateos que, de haber sido descubiertos por sus Majestades siglos después, quizás les habría llevado a ojear el GPS y comenzar su periplo desde Lepe o Andorra. O eso dicen los telediarios y la opinión popular que aún conciben la tierra del kebab como territorio apache.

Sin embargo, aún queda mucho de Las Mil y Una Noches.

Un mundo (casi) ideal

Nuestra Ruta de los Reyes Magos hasta Belén llega 2018 años más tarde, pero eso no significa que aquel lejano Oriente sea menos místico y exuberante. Comenzando nuestra aventura en Irak, uno queda asombrado cuando levanta los ojos hacia los restos de Ctesifonte, antigua ciudad de Mesopotamia donde seguramente los Reyes tomarían una cachimba de la paz para sopesar las inclemencias del desierto.

Siguiendo hacia Bagdad, nos topamos con mezquitas de colores y monumentos tan curiosos como Al-Shaheed, similar a un huevo azul partido en dos que encierra en su interior una fuente y un jardín donde meditar.

Tras rozar Siria por el sur dejamos oro e incienso para los niños, también Slime y una espada láser de Kylo Ren para devolver la paz a galaxias más cercanas. La mirra, directamente, la hemos tirado, porque era un embalsamador. Los Reyes Magos podían ser algo creepy si se lo proponían.

Al llegar a Jordania por el norte, dejamos caer peluches de Pepa Pig en algunos pueblos y casi salta la chispa entre nosotros cuando las velas iluminan la Ciudad Rosa de Petra. Pero es al atravesar el Mar Muerto, cuando nos preguntamos si habría sido mejor hacer la ruta en avión que en camello.

Nos dirigimos directamente a la cada vez más menguante Palestina, pero aun así no podemos evitar tomar unos mojitos en Israel, más concretamente en Tel-Aviv, y bailar la danza del vientre como si no hubiera un mañana. (Sí, hemos damos una vuelta un poco tonta).

Mientras, en mitad de la noche la estrella fugaz brilla más que nunca.

Nuevos Mesías

Desde Jerusalén emprendemos la ruta hacia Belén, el lugar donde una vez se ubicó cierto pesebre. Una ciudad totalmente segura pero envuelta en una situación territorial por la que el Mesías habría repetido ese “Perdónalos, porque no saben lo que hacen” que nunca pasa de moda.

En Belén no descubrimos pastorcillos haciendo de vientre ni ángeles sobre los olivos, solo casitas entre los bancales que prometen lugares épicos. Marcada por numerosas influencias a lo largo de su historia, Belén es algo así como una ciudad detenida por un aura mágica, especialmente cuando entras en la Iglesia de la Natividad, lugar donde se cree que nació el Hijísimo hace 2 mil años.

En la parte de atrás, la llamada Gruta de la Leche, recuerda los tiempos en que la Virgen María amamantó aquí a su hijo antes de huir a Egipto. Un lugar convertido en uno de los destinos de peregrinación más curiosos del mundo para mujeres con problemas de fertilidad, ya que durante los últimos doce años se han registrado hasta 4 mil casos de esterilidad resueltos. Pero pocos hablan de ello.

Quizás no haya un Mesías con viejas promesas, pero sí un halo de luz en mitad de una zona donde el cercano muro de Cisjordania te recuerda que el mundo necesita de más de una charla. Eso debió pensar el artista Banksy cuando decidió construir un hotel boutique con las peores vistas del mundo en esta zona de Belén custodiada por los israelís.

Su nombre, “The Walled Off”, promete grandes objetivos y habitaciones económicas con famosos diseños del creador del terrorista que atacaba con ramos de flores. El objetivo del artista británico no es otro que convertir el arte en la mejor arma de diálogo para israelís y palestinos incitando a los niños a pintar en lugar de festejar atentados. Quizás Jesús ya no exista, pero sí indicios de que viva en la creatividad.

Tras la siesta en este nuevo pesebre no encontramos niño, ni bueyes, ni vacas. Solo la certeza de que quizás no esté todo perdido.  

Eso sí, la próxima vez no seguiremos las estrellas.