Ordesa, ¡qué 100 años tan bien llevados!

Alberto Piernas 4 minutos
Cien años después de su inauguración, el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido continúa siendo un paraíso digno de elfos y aventureros nivel Senior mejor que cualquier fondo de pantalla de Windows.

Seguro que ya te has puesto a pensar en las vacaciones de verano. “10 mejores playas del mundo, “10 lugares para viajar este verano”… Sí, Google no da a basto. Y tú, bueno, ya has plegado la sombrilla y bailado ‘Sonia y Selena’ en el chiringuito de todos los veranos demasiadas veces. ¿No crees que ya es hora de cambiar y convertir la dieta del bikini en un viaje en sí mismo? Yo tengo tenemos la respuesta.

Este 2018 el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido celebra sus primeros 100 años de vida y sigue igual de bello que siempre. A la altura de otros gigantes bucólicos tan antiguos como Yelloswtone, en Estados Unidos, el lugar más visitado de Aragón -solo por detrás de Zaragoza- es apto para cualquier época del año, y especialmente para una semana del 16 de agosto en la que el parque sopla las velas.

¿Su secreto? Ríos con los que una vez soñaste y bosques de hayas donde los elfos de El señor de los anillos se habrían peleado por vivir alguna vez.

Río arriba lo verás

Toda buena aventura comienza de abajo arriba. Y el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido no es la excepción. La Pradera es el punto de partida para la ruta más famosa de este espacio natural: la Cola de Caballo, un nombre tan sugerente como el de la hierba que no necesitarás después de 17,5 kilómetros entre ida y vuelta. Igual de purificante, vaya.

El motivo no es otro que la naturaleza de cuento que se asoma al famoso río Arazas; bosques de hayas y abetos copando las enormes montañas a través de las cuales estaremos durante las próximas 5 horas (o más, si eres cabra montesa nivel Senior). Un camino suave que va volviéndose más complicado cuando finalizamos la Ruta de las Cascadas formadas por Arripas, Estrecho y Las Cuevas que haría los ojos chiribitas a Pocahontas.

Unas caídas de agua que sirven como primera fase de una ruta que, poco a poco, se aproxima a las Gradas de Soaso, escalones que van cimentando el camino hasta el gran clímax. A nuestro paso, el agua aparece por doquier y la sensación de acercarnos a algo grande puede sentirse en el bramido de las vacas que se acercan al río o el silencio de los montes calcáreos de más de 2 mil metros de altura.

Y allí, al final, ves la estampa más mítica del Valle de Ordesa: una cascada de Cola de Caballo que en 1997 llamó la atención de la Unesco para nombrar a este su nuevo patrimonio natural. Por supuesto, un poquito de rafting o kayak nunca desentona en una aventura así.

Pero no todo queda ahí. De hecho, Monte Perdido es como un gran tablero de trivial. Su quesito rosa es el valle de Ordesa, pero también cuenta con otros paraísos como el cañón de Añisclo, definido por el río Bellós, o el Valle de Pineta, ambos al este del área que abarca la Cola de Caballo.

El cañón del Añisclo es como uno de esos sueños en los que una pared va acercándose lentamente hacia otra mientras tú estás en medio. Un gigante escarpado de 25 kilómetros que ruge en forma de cascadas de norte a sur y cuyo punto más estrecho sostiene la ermita de San Úrbez, donde los locales van a pedir lluvias durante las romerías.

A su vez, el valle de Pineta supone otro reto igual de épico. Un escenario de 500 metros de anchura que  va estrechándose en forma de ríos, picos nevados y cielos que en las buenas noches de acampada regala miles de estrellas.

Ahí lo dejo.

Ordesa para suaves

Sí, lo de subirse por las montañas está muy bien, pero mi ciática no. Y además voy con niños y yo soy más de pasear mordiendo un tallo de hinojo. Bien, tranquilos, que en Ordesa no todo es como un último capítulo de temporada de Juego de Tronos. También hay sendas hacia cucos miradores y pueblecitos donde poder darse un festín en un bar rústico.

De hecho, al sur del cañón de Añisclo y el valle de Pineta se encuentran las conocidas como gargantas de Escuaín definidas por el río Yaga. A este lugar se llega a través de la ruta de los miradores de Revilla, donde además de poder contemplar las cascadas a vuestro aire caminaréis a través de unos bosques donde el quebrantahuesos a veces se presta a una Instagram Story.

© Atrápalo

Pero si lo que os gusta son los pueblecitos con encanto, de esos donde sirven chuletas bañadas de grasa en una hogaza de pan, el parque está llenito de ellos. Torla, ideal para hospedarse antes de emprender la Cola de Caballo, es un pueblo de piedra y balcones floridos que podría pasar por un escenario de los Siete Reinos. O Broto, junto al río Ara. O Buesa, desde donde admirar el Cañón de Añisco mientras tomamos un vinito de recompensa, que siempre viene bien a la circulación.

Cada uno sabe cuál es su plan secreto para llegar a los 100 años.

El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido tiene el suyo propio.