Nueva York por un puñado de dólares

Vega Pérez-Chirinos
Un clásico: pillas un chollazo de vuelo + hotel y te plantas en Nueva York… y cuando llegas ves que lo caro es tu manía de beberte el agua de los floreros. No te preocupes: hemos recorrido antro tras antro para poder contarte cómo saborear la gran manzana sin dejarte un riñón en el intento.

Siéntete como una estrella… simplemente caminando

La primera vez que pisas suelo neoyorkino se produce un fenómeno muy extraño. Es como un déjà vu en el que al mismo tiempo sientes que has estado allí mil veces y sabes que no. Son tus cientos de horas de tele y cine estadounidense desperezándose en tu cabecita para asegurarse de que cada minuto que pases allí te sientas como en casa. Hay tours para fans de Sexo en Nueva York, de Friends, de los Soprano… Pero lo mejor es que te lo montes por libre, porque ya verás que cada esquina te hace decir “es como ese capítulo en el que…”. Siéntete como un yuppie en el Distrito Financiero (y hazte, cómo no, la famosa foto con el toro); zámpate unos espaguetis en Little Italy mientras esperas a Tony Soprano (por cierto; también está en Little Italy el Central Perk de Friends); busca el apartamento de Bret y Jemaine entre los sugerentes olores de Chinatown; corretea por Central Park o siéntate a charlar de tu terapeuta en un banco como si fueras Woody Allen; descubre que todas las misas gospel que has visto por la tele son mil veces menos espectaculares que la versión real y date una vuelta por Harlem buscando a Daredevil y a Luke Cage; siéntate en las escaleras del MET o en los lujosos bancos de Grand Central Station como si te vigilase Gossip Girl; quédate boquiabierto ante los carteles luminosos de Times Square como si estuvieras en Glee y quisieras dedicarte al teatro musical en Broadway; pégate un homenaje merendando en una de las cafeterías del West Village como si hubieras quedado con Carrie Bradshaw… Y, por supuesto, disfruta del barrio más hipster del mundo, el Williamsburg de Girls.

New York

Caminar por Nueva York es una delicia porque es imposible perderse entre calles numeradas y porque en cada esquina te apetece parar a hacer una foto. Si no puedes esperar para compartirla con tus amigos y matarles de la envidia, no caigas en el error de meterte en un Starbucks: en muchas calles de Manhattan hay Wi-Fi gratuita, y también en la mayoría de las estaciones de metro.

Gastos inevitables (pero que puedes amortizar)

Sí, hay cosas que no puedes dejar de hacer. Como por ejemplo, subir a uno de los rascacielos para ver el skyline neoyorkino. Lo clásico es subir al Empire State (¿te suenan Tú y yo o el remake Algo para recordar?), pero mi recomendación es ir al Top of the Rocks, la azotea del Rockefeller Center, más que nada porque si no te pierdes al propio Empire de las vistas (y, además, hay menos colas). Claro, que también puedes verlo desde los puentes: pasear por el Puente de Brooklyn al atardecer es una delicia y te ahorras la entrada. Por opciones, que no sea.

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Tampoco podemos olvidar el apartado de souvenirs, y es que basta decir “me voy a Nueva York” para que todo el mundo te diga “tráeme algo”. Las tiendas para turistas son una locura, pero hay todo un mundo de regalos que molan en las tiendas entre la A Ave. y Bowery. Más allá es donde empiezan los sitios-de-compras-que-no-te-puedes-perder: los vaqueros y zapatillas deportivas a precio de risa o los vinilos a un precio que te obliga a comprarte también una maleta extra (que me lo ha contado una amiga) son la atracción principal del SoHo para los turistas.

Llenar la panza sin vaciar la cartera

Por supuesto, habrá que comer; pero también aquí tenemos posibilidades de lo más asequibles. Para empezar, los perritos calientes más famosos de la Gran Manzana, los de Papaya King, están tirados de precio. La mayoría de los delis tienen ofertas de pizza y dos latas por cinco dólares. Y los típicos bagels, o los sandwich de pastrami, se consiguen también baratísimos (bueno, en el clásico Katz igual no, pero en cualquier otro sitio sí); las raciones estadounidenses, además, son de armas tomar, así que no vais a pasar hambre: prometido.

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Lo de beber ya está un poco más complicado, y es que la cerveza estadounidense es bastante regular. Mi gran descubrimiento en el último viaje fue el barrio polaco en Brooklyn, con salas como la Warsaw, con cerveza y comida polacas (¡maravillosos pieroggi!), el bar de Irene, lleno de parroquianos que le hacen la ola al repartidor de Tyskie cuando entra a cambiar el barril, o esa increíble sorpresa que es el Sunshine Laundromat, un bar arcade en la trastienda de una lavandería. Y es que no sólo de moderneo se vive al otro lado del puente de Williamsburg.

La costumbre de las copas tampoco es la que tenemos en España; pero, a cambio, los cócteles son baratísimos: mi sitio preferido es el Beauty Bar, donde hay ofertas de cóctel y manicura en la happy hour. Importantísimo: no la pierdas de vista (la hora feliz), porque aquí son muy de salir pronto y si pretendes hacer horario español se te escapan las mejores ofertas. Una que dura hasta bien tarde, sin embargo, es la pizza a un dolar con la cerveza en el Crocodile Lounge. Un sitio genial donde probar, además, lo que me parece el mejor invento de la noche neoyorkina: el pickleback. O lo que es lo mismo: un chupito de whisky con jugo de pepinillos. Suena asqueroso pero es una combinación que sienta fenomenal…. Y mucho más barata que las copas.

Empápate de arte… y de vinitos by the face

Cuando una de tus mejores amigas se pira a estudiar un año a Estados Unidos y acaba viviendo allí siete años, sólo hay una cosa buena: te vuelves una experta en el Nueva York menos glamouroso. O muy glamouroso pero muy barato: aquí entra en juego el auténtico espíritu neoyorkino que hemos aprendido de la maravillosa Chloe en Apartamento 23: en Nueva York, no importa lo que haces, sino cómo lo haces. Así que ponte tus mejores galas y plántate en la puerta de las galerías de arte de Chelsea los jueves, cuando hacen las inauguraciones. Vino gratis, gente guapa, y arte para cultivar la mente. Pero vamos, que el arte está al alcance de todos. En Nueva York los museos tienen días gratuitos y de “Pay what you wish”; si te lo montas bien tienes planazo por la cara todos los días. Así que no hay excusas para no volver hecho un cultureta.

Así que, sí, es posible que Nueva York parezca caro. Pero no la llaman “la ciudad de las oportunidades” por nada, así que…. ¡Súbete a ese avión y a devorar la Gran Manzana!