Navidades al borde de la lipotimia

Paula Sabater
Esta será la primera Navidad que pase con frío. La primera Navidad sin vestido de mangas cortas ni sandalias. La primerísima sin bañador.

Cuando se viene del otro lado del Muro, que para estas fiestas se empañen los cristales es impensable. Sin embargo, sucede un fenómeno extraño. Como parte de ese espíritu navideño que todo lo inunda, parece que el mundo entero se pusiera de acuerdo en algo. Por un mes, aunque no sean más de 2 días, todos los habitantes del globo terráqueo se unifican en algo: para todos, hasta en el Caribe, Navidad transcurre en invierno. En un invierno que hace estallar el termómetro. Y todos complotamos para creernos esta farsa. Preparaos, 'winter is coming'... a Argentina.

Todos los años es lo mismo. La escena parece sacada de una película de Tarantino. No correrá sangre, pero sí muchas gotas de sudor. La mirada de los cuñados, tíos y primos son puñales que se posan lentamente, uno a uno, en los ojos del otro.

Yo ya fui hace 2 años”, “a mí me descubrirían, no puedo faltar en la mesa”,yo soy demasiado flaco, se darán cuenta…¿quieres que pierdan la ilusión tan pronto?”. Excusas tras excusas van cayendo sobre la mesa hasta llegar al último. Ese, el estoico, el tío sacrificado, aquel que se inmolará valientemente ante su familia con la cabeza en alto y la gota de sudor fría cayendo por su sien. Y a pesar de eso, con una sonrisa en los labios.

Sí, del otro lado del hemisferio, en toda familia podemos encontrar ese personaje, ese silencioso héroe rojo: el tío o primo que se disfraza de Papá Noel con 39º de calor.  ¡Aplausos por favor, eso sí es un verdadero regalo de Navidad!

Papá Noel, You can leave your hat on

La lógica dictaría que si una persona entra por una chimenea abrigada hasta el cogote, blandiendo una campana al grito de “¡Ho, ho, ho, feliz Navidad! cuando el resto lo mira desde la piscina de su casa, en bermudas en el jardín o tomando un zumo frío desde el balcón, algo no está funcionando bien.

La lógica tampoco está de nuestro lado si vemos que el Papá Noel pálido y blanquecino que aparece en todos los pósters ahora tiene un bronceado Pantone Mata Zombies digno de una promoción de Cruceros.

Nunca, a ninguno de los que venimos del hemisferio sur, se nos pasó por la cabeza ser un poco benévolos con este Papá Noel que está siempre al borde de un soponcio o golpe de calor severo. Tan apurados están los niños en sacarle los regalos de su bolsa, que ni siquiera le ofrecemos un vaso de agua.

Nunca un decreto familiar de reparación histórica que aliviara al Papá Noel de turno dejándolo en camiseta y bermudas rojas, más acorde al clima. Ni siquiera lo ayuda el cuñado, ya borracho, a hacer un striptease Noel y quitarle algo con gracia. Nada.

Ni piedad ni amor en Navidad hacia ese ser. ¿Acaso Papá Noel es masoquista y nosotros sus cómplices? ¿Quizá Papá Noel es amante del Bikram Yoga y le gusta sudar como un pollo como método para adelgazar? Quién lo sabe… año a año, sigue siendo un misterio.

¿Perdón, estoy en Siberia?

Cuidado, la magia existe. Uno puede salir a comprar un regalo navideño con falda y tirantes y aparecer en una dimensión paralela en otro país. Los maniquíes con los gorros de navidad, los copos de nieve que caen por doquier… Sí, si todos los escaparates están decorados con nieve blanca o cristales de hielo que no se derriten ante el caloraco, tranquilamente puedes cerrar los ojos y sentir que estás en Andorra tachando la lista de compras. Otra de las singularidades navideñas del verano.

Donde comen 4, comen 17 

La Navidad se hizo para comer, para reunir lo mejor de cada familia y llevarlo a la mesa. Así es como en el salón donde siempre comen 6 haciendo Tetris, en Navidad, mágicamente, entran 23 contando a los novios. La casa es pequeña, el corazón es grande y el estómago enorme.

Como parece que la Navidad es una costumbre importada del Polo Norte, para variar, nuestra mesa veraniega está llena de alimentos calóricos (de calor y de calorías): turrones, frutos secos, chocolates… que sumado con el champán y el vino tinto, hace que los calores de la menopausia sean viento fresco de Groenlandia.

Y si hay un estoico familiar que se disfraza de rojo, los hay también aquellos que se ponen rojos de calor, al lado de la parrilla: asando un chivito en cruz o al lado de una parrillada para 17. Sí señores, como los faquires que caminan por el fuego, ahí estamos nosotros, haciendo asado en pleno pico estival. Eso sí, al parrillero se le perdonan las formas y la etiqueta, puede estar haciéndolo con el torso desnudo y en chanclas. A veces, hasta con un chapuzón en la piscina entre chori y chori.

Sin embargo, el menú navideño argentino ganador que no puede faltar en ninguna casa, so pena de cancelarse la Navidad, es el vitel toné. Una carne fría (¡al fin!) acompañada por una salsa a base de anchoas, crema y huevo, heredado de Italia. En general, la tía que lleva el vitel toné es la que se ha encargado de llevarlo durante toda su vida. La Elegida de semejante honor no quiere relegar su puesto en pos de las nuevas generaciones. Esa comida lleva en alto el estandarte del matriarcado gastronómico que ningún nuevo primo/hijo/nuera puede usurpar.

Tocan las 12

Papá Noel ya hizo su entrada triunfal y se fue con calurosos “Hasta el año que viene” y “Sigan portándose bien”.

Por lo que… ya comidos, regalados y todavía bebidos, llega el momento del brindis. Alguno prende la tele (aunque cada vez son menos), otros clavan sus ojos en su reloj, otros ponen la radio… la forma es lo de menos. Lo importante es que todos, a las 12 en punto del 24, chocaremos las copas, nos abrazaremos con ganas e iremos corriendo a ver los fuegos artificiales. La verdadera fiesta está en la calle, a esta hora nadie se convierte en calabaza.

Navidad de San Juan

Lo más parecido a la Navidad de verano es la noche de San Juan. El clima, la fiesta, el cielo brillando, la gente en la calle… Desde que vivo en España siento que tengo 2 navidades al año (aunque no recibo doble regalo, ¡maldición!).

Si son como mi familia, se limitarán a disfrutar y criticar los fuegos artificiales del vecino y cantar a coro un soprano “aaahhhhhh”, “ahí, ahí. Oooh, ya pasó”,  “¡Ahí! Ahhhh”, “Como se nota que este año les fue bien, eh” y así hasta que se hayan acabado toda la artillería. Todo está balanceado: las “cañitas voladoras” (como solemos decir a cierta pirotecnia) iluminan el cielo, los “rompeportones” destrozan los tímpanos.

Créditos: License CC0

Poco a poco los cómplices del invierno se van durmiendo, la Navidad se ha acabado. Al final el invierno no era tan largo como decía Ned Stark y, para muchos, se termina el 25 de diciembre a la mañana. Ya no más nieve de poliespan ni Papá Noel torturados.

Por lo menos, hasta dentro de un año.