Marruecos no te deja indiferente

Carla Lima

Marruecos es uno de esos países que no te deja indiferente. Desde el ambiente mediterráneo y atlántico a las montañas nevadas del interior o las zonas desérticas a los palmerales más frondosos, es una mezcla de olores, sabores, sonidos, calles, temperaturas y orografías.

La mejor manera de conocerlo es zambullirse de lleno en él y recorrerlo (literalmente), ya sea a pie, en bicicleta o en moto las ciudades, o en coche, tren o autobús las diferentes regiones que lo forman. Depende del tiempo del que uno disponga o quiera dedicarle. Decidir qué visitar también dependerá de eso, porque maneras de ir hay tantas como tipos de viajes o viajeros hay.

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Captura de Vincent Urban vista en Fubiz.

Una escapada en Navidades o en Nochevieja y vivir las fiestas de una manera diferente puede ser un buen momento para conocerlo o bien una escapada para más adelante y que no se haga tan largo esperar a que llegue Semana Santa.

Otoño e invierno son buenas épocas para ir, porque aunque las temperaturas del norte no son tan diferentes a las que estamos acostumbrados, en el sur, desde la ciudad de Tarfaya hacia abajo, algunos valientes que consiguen desafiar  los 25º se bañan en la playa. El Sáhara por eso, vive las estaciones al extremo: pasa de los 26º de día a los 0º por la noche.

Antes de ir hay que tener en cuenta algunas cosas como que Marruecos se vive de día y se vive en las calles; de hecho la mayoría de discotecas que hay son propiedad de los hoteles. Que el centro neurológico de las ciudades marroquíes es la medina, la parte histórica, la de las calles laberínticas donde se mezcla el carácter residencial con el comercial de los zocos. Los cafés y las compras son las actividades principales, de hecho las calles enteras son expositores de productos y funcionan como escaparates de lo que vende cada comerciante; es una mezcla infinita de colores, voces, objetos, y caos que aumenta con en el momento de la compra donde es obligado regatear.

Los productos típicos son la marroquinería (el trabajo artesanal del cuero es una labor tradicional del país que mantiene a innumerables familias), las alfombras (uno de los muchos trucos, pero no infalibles, que existen para comprobar su calidad es rascar con la uña para verificar que los nudos están bien apretados), las joyas y la orfebrería de plata y las especias típicas marroquíes (con jenjibre, paprika, cúrcuma).

Alquilar una bicicleta o una moto para recorrer el centro de las ciudades es un método barato y efectivo si lo que se quiere abarcar es mucho y se dispone de poco tiempo. El coche es una buena opción para visitar las diferentes regiones, aunque es importante informarse bien de los precios y de las normas de conducción .La red de trenes funciona muy bien, y son muy cómodos, pero es limitada: une las principales ciudades del país.

Hablan muchísimos idiomas y muy bien: los oficiales son el árabe, el tamazight (lengua bereber) y el francés, aunque se habla castellano en el norte y el inglés sobre todo en las ciudades.

La comida es barata y muy rica, incluida la que se puede comprar en los puestos callejeros. En sus platos buscan la combinación perfecta entre los sabores dulces y salados. Las verduras, el cuscús, el tajine van acompañados de un sinfín de especias locales e importadas que le dan este ‘toque’ marroquí tan difícilmente imitable.

Es uno de los países más fascinantes del mundo. Y a menos de 2 horas de tu casa. ¿Lo has visitado ya?