Málaga a lo loco: playa, chiringos y arte sin un duro encima

Henar Ortega
Este artículo va dedicado a todos aquellos que estáis enganchados a comprarlo todo con tarjeta de crédito. Me he hecho un par de días detox. Pero detox del todo :)

Todo surgió de la manera más tonta. Una de esas comidas familiares en la que la cosa deriva en picarse unos a otros. Un par de miraditas al móvil fuera de lugar mientras comíamos. Y tecleos. Y sacar la tarjeta de crédito… Sí, me estaba comprando algo online mientras comíamos en familia un domingo… Lo admito: muy mal.

Y una cosa llevó a la otra. Que si “estás enganchada a todo lo virtual”, que si “no sabes ni lo que gastas”… “¿A que no eres capaz de irte de viaje a un sitio que no conozcas sin tarjeta de crédito?”. “¡A que sí, qué nos apostamos!”. Cogimos el mapa y con los ojos cerrados, señalamos un punto: era Málaga.

Dicho y hecho, allá que me fui

Pero yo, que odio ir con dinero en efectivo encima, llevaba mi plan en mente: nada más llegar a Málaga me acerqué a una oficina de Correos y, ¡tachán! Me hice con mi Tarjeta Correos Prepago MasterCard®. Una forma fácil de llevar dinero encima que puedes recargar con la cantidad que prefieras. Y así me lancé a la aventura malagueña.

Fotos: Henar Ortega

Fotos: Henar Ortega

Dicen que Málaga es la nueva Barcelona. Es cierto que hay montones de jóvenes emprendedores y buscavidas 2.0. Y eso se nota en las calles: gente dinámica, interesante, con mucha vidilla, y nuevos comercios. Pero también al más puro estilo Barcelona, Málaga tiene hordas de turistas, sobre todo británicos, y un puerto en el que paran grandes trasatlánticos de cruceros. O sea, cruceristas por doquier caminando como zombies hasta la primera calle más allá del puerto.

Vayamos al turrón. O mejor, al espeto

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¿Qué es lo primero que hay que hacer en Málaga? Irse a la playa y comerse un buen espeto.

De mis paseos y búsquedas de buenos manjares por La Malagueta recomiendo especialmente el Chiringuito La Farola, al principio de la playa; y el Chiringuito El Cachalote, mucho más allá, pasado el Paseo Matías Prats -sí sí, has leído bien-.

Dicen los lugareños que para que un espeto sea bueno las sardinas deben ser pequeñas, tener el ojo blanco y la cola dorada. ¡Bingo, me estaba comiendo un buen espeto!

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Cuando llega la tarde en Málaga lo más bonito es darse un paseo por la zona de la Catedral, San Agustin, la Alcazabilla con el cine Albéniz, sede del Festival Internacional de cine de Málaga… Un planazo para el atardecer puede ser tomarse algo en la terraza del Batik con vistas a la Alcazaba y a golpe de vistazo al más puro estilo “vieja del visillo” del aticazo que tiene allí Antonio Banderas. Otro imperdible: tomarse algo en el Pimpi. De los bares más míticos en los que he entrado nunca. Imprescindible probar un “pintao”. Entra solo, sabe a gloria, y si te tomas solo uno te libras del dolor de cabeza. Palabrita.

Paseada la parte céntrica de Málaga de arriba a abajo, irse a tomar algo a Los Baños del Carmen y luego a cenar a Pedregalejo se me antoja como el mejor plan ever. Más espetos, rico pulpo, sabroso verdejo de allí… Lo bueno que tiene ir con un cicerone lugareño es que vas a sitios que cumplen con las tres Bs, y que te cuenta fenómenos como “la ola del melillero”, que es la onda que produce el ferry que llega de Melilla todos los días a las 20h y que si te pilla en la playa te moja todos los enseres (¡qué cosas…!). O que te hablen sobre el Canela Party, un festival de música que se caracteriza por que todo el mundo va disfrazado, artistas incluidos. Volviendo a Pedregalejo, yo lo que sigo es meada de la risa con el naming del Restaurante Los Cuñao.

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Segunda jornada en Málaga

No hay como un buen tute turista-style para dormir como un ceporro. Nada más poner un pie en la calle me fui a por un café cold brew a El Último Mono, una cafetería genial en la onda de las denominadas “de tercera generación”. De ahí, ya algo más despierta, a echar un ojo al Café de Chinitas a ver si estaba Chiquito de la Calzada (¡pecadores de la pradera, se dice se comenta que está mucho por allí!). Pero no tuve la suerte de verle, así que de camino a algún plan cultural acabé rendida en los brazos de la calle Larios, vía comercial donde las haya.

Por fortuna solo hice una mínima comprilla megachollo de rebajas (¿sabes de esas veces que te quedas súper a gusto con la ganga que acabas de pillar? pues eso), y me encaminé buscando arte. Málaga tiene tantas opciones que abruma: el Museo Picasso, el Thyssen, el Pompidou… Aunque yo por el que me decanté fue por el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, el CAC, una maravilla de entrada gratuita y cuyas exposiciones me hicieron vibrar. Por las calles que rodean este Museo me pude deleitar a base de arte urbano: numerosos murales, pasajes llenos de obra, algunos de artistas conocidos en el mundo entero como Roa u Obey. Según me contaron amabilísimos en The Place Soho, una tienda de material para graffiti, ropa de skate y demás imaginería urbana, el Ayuntamiento está desarrollando un proyecto de dinamización del antiguo barrio de pescadores -ahora llamado Barrio de las Artes, o Soho-, con especial foco en el arte urbano. Se llama MAUS Málaga y recomiendo a todo el mundo que le eche un vistazo.

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Y de ahí al Pompidou… y a tomar una cervecita y comer algo (tenían razón los que decían que el calamar espetado es otra delicia, ¡brutal!). Mi tren de vuelta acechaba ya. Me tenía que poner rumbo a la estación. Apenada dejaba una ciudad en la que había conseguido lidiar sin un duro en metálico ni métodos de pago tradicionales, hazaña con la que dejé a mi familia patidifusa.

¡A Dios pongo por testigo que volveré! A ser posible haciéndolo coincidir con alguna de las proyecciones de cine de verano que hacen en todos los distritos, en concreto a alguna de las de la playa. Aunque para mis adentros tengo que reconocer que… bueno… hay una cosa que no pude pagar con mi tarjeta y que me quedé con ganas por esa maldita manía mía de no llevar cash. La foto os lo cuenta mejor que yo… Y el dependiente de la tienda en la que estaba la máquina todavía se está riendo.

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¿Te quedas con ganas de probar a ir por la vida -o de viaje- con una Tarjeta Correos Prepago MasterCard®, despreocupadamente? Atrápalo y Correos han creado un sorteo conjunto para que te lleves 400€ y este verano puedas montártelo como yo lo hice en Málaga.