Las Minas de Riotinto le interesan a la NASA y te fascinarán a ti

Henar Ortega
Hay un lugar en la provincia de Huelva que no es de este mundo. Y no lo digo yo: ¡lo piensan en la mismísima NASA, que han estado años estudiándolo! Es el Parque Minero de Riotinto, un enclave dedicado a la extracción de metales desde tiempos inmemoriales y la mina de cobre más importante del mundo. Tiene mucho que conocer si vas a visitarlo: un museo, las minas a bordo de un ferrocarril minero, y la historia de una comarca digna de guion de serie de esas a las que te enganchas.

Cuando planeamos visitar un lugar nuevo nunca sabemos hasta qué punto hará mella en nosotros y nos dejará flipados. Con las Minas de Riotinto me anticipo y te lo digo: os va a fascinar. A la entrada del museo del Parque Minero ya nos topamos con el primer objeto de deseo: una placa de la NASA anuncia que han estado aquí investigando sobre la extraña forma de vida que albergan las aguas de este coloreado río. Ojiplática me hallo: resulta que las bacterias que habitan en ellas pueden ser similares a las formas de vida en Marte. Con objeto de que los visitantes podamos ver de cerca esas aguas han habilitado un ferrocarril minero, para el que hay que reservar plaza. Os aconsejo preguntar en la recepción del museo, quedaros con los horarios, haceros con vuestra plaza en el tren y prepararos para disfrutar del paraje.

Antes de ir a ver el río en sí aconsejo perderse por el museo para ubicarse, conocer la relevancia histórica del lugar e ir entrando en materia. Aviso: en el Museo os parecerá saltar entre épocas como si estuvierais en el Ministerio del Tiempo. De repente os sorprenderá una sala con esculturas y vestigios de la época romana coronados por el SPQR de rigor. Sí, los romanos ya estuvieron aquí extrayendo metales. De pronto, y sin comerlo ni beberlo, os encontraréis dentro de un quirófano real de principios del Siglo XX en el que se curaba a trabajadores de la mina (¡resulta que el museo está erigido en lo que era el antiguo hospital!). O sin daros cuenta estaréis en una sala con una locomotora de vapor y un vagón de lujo en el que los británicos Río Tinto Company Limited (dueños de la mina hasta los años 50) llevaron a Alfonso XIII a visitarla… Consejo: reservaos un buen rato para vivir el museo en profundidad, que tiene mucha miga.

Hora de disfrutar de las enigmáticas aguas del río Tinto. Deberéis ir en coche hasta el punto de salida del ferrocarril minero (en el museo os indicarán), donde podréis aparcar sin problema. Estáis en un valle de tierras en todos los tonos marrones y ocres posibles. Apenas distinguiréis el río desde aquí pero no os preocupéis, que vais a tener ocasión de verlo bien visto. Los silbidos del tren os pondrán en situación. Son apenas cuatro vagones de un precioso color azul plomizo. Aconsejo mucho subir en el que es completamente abierto para vivir al cien por cien la experiencia minera. Todo muy del Oeste, muy peliculero, pero tan real como la explotación minera que estáis a punto de visitar, o como el cementerio de vagones de tren oxidados que veréis por el camino y que en su día fueron lo más de lo más en innovación técnica y funcional. Nada es ficticio aquí: estamos en una mina real.

El tren tiene una megafonía por la que os irán explicando cada una de las cosas que vayáis viendo. Así, y con el aire en la cara y la mirada perdiéndose por los meandros del río, en unos cuarenta minutos llegaréis un punto de parada del tren. Allí podréis bajaros unos veinte minutos y acercaros al agua tal como habrán hecho montones de veces los científicos de la NASA. Al verlo y hasta tocarlo in situ os sorprenderá que el color del río no es un reflejo de las tonalidades de las colinas que lo rodean, sino que es así: a ratos marrón, a ratos ámbar. No os preocupéis por vuestra piel al meter la mano: el pH de estas aguas es similar al de un limón o un refresco de cola. ¿Vida aquí, con los metales pesados que contiene este agua? Marciano, pero cierto: el río alberga una forma de vida extraña que no necesita ni luz ni oxígeno. Ahí radica el interés de la NASA, y con el nombre que le dieron al proyecto de investigación ya queda dicho todo: proyecto M.A.R.T.E. En efecto: este tipo de vida tan primitivo podría asemejarse al que hipotéticamente puede haber en el planeta rojo.

Ya con la sesión de fotos marciana hecha e Instagram actualizado saldréis de allí y volveréis en el tren al punto de partida. En esta segunda pasada fijaos bien: seguro que algunas de esas laderas con tonos marrones degradados os suenan de sesiones de fotos de moda, catálogos de todo tipo e incluso de alguna película. Escuchad los silbidos del tren y vivid el traqueteo con intensidad: pocas veces más vais a estar en una mina real y en activo como esta. Cuando lleguéis al coche creeréis que vuestra dosis de alucine viajero ya estará cubierta, pero no: no podéis iros sin visitar el pueblo inglés.

A tierras lejanas, este caso británicas, es a donde os llevará el conocido como pueblo inglés, ubicado junto al pueblo de Riotinto. Bueno, y también un poco a la Colonia Dharma de Lost. Es el Barrio de Bella Vista, un complejo urbanístico levantado a finales del Siglo XIX para los ingenieros ingleses que venían a trabajar a la mina y sus familias. Un entorno que da para Instagram, álbumes de fotos completos y mucho más. Allí vivían al más puro estilo british. Hay casas de dos plantas con jardín delantero, pistas de deportes nunca antes vistas en España, un auténtico Club Inglés donde socializar, y hasta una iglesia anglicana. Ahora las zonas comunes están bastante deterioradas, dándole un rollo súper misterioso a este victoriano lugar por el que podrás pasear y deleitarte. Otra marcianada (esta vez figurada) de un lugar donde merece mucho la pena adentrarse durante las vacaciones o una escapada. Es más: os animo a organizar un viaje por la zona Oeste de Andalucía solo para poder ir a vivir esta experiencia y volver tan flipados como yo.