Estocolmo DIY: móntatelo a lo grande

Marta Lizcano
Los países nórdicos tienen un nosequé. Tal vez sea el olor a galletas recién horneadas que impregna estos días las calles de Estocolmo o la nieve crujiendo bajo los pies, pero me parece que estoy paseando por un cuento y puedo darle un bocado a las casitas de pan de jengibre mientras saludo a Gretel y Hänsel. El norte es, además, el lugar perfecto para ver las auroras boreales, uno de mis mayores sueños-no-cumplidos. Coincidirás conmigo en que no puede caber más magia por metro cuadrado.

Pero Estocolmo tiene mucho más: fotografía, algunas de las series de nuestra infancia, libros e incluso su propio síndrome. ¿Me acompañas en este paseo con un vino calentito entre las manos?

Oh, tierna infancia

Voy a empezar casi por el final, las compras, pero es que es sin duda una de mis partes favoritas de este viaje. Si, como yo, creciste en los noventa, un mar de sensaciones te va a asaltar cuando entres en cualquier tienda de recuerdos. Decenas de Moomins te miran desde los estantes con sus ojos de botón y sus cuerpos rellenos. La verdad es que yo tenía a estos personajes olvidados, o más bien dormidos, y volver a verlos fue como regresar a la infancia. Uno de estos peluches puede ser un buen recuerdo para peques y no tan peques. Ese o cualquier otro, porque nunca he visto tantos souvenirs chulos como en las tiendas de esta ciudad.

Y de infancia va la cosa, porque Astrid Lindgren, la creadora de Pippi Calzaslargas, era sueca (si te sorprende recuerda el nombre original, Pippi Långstrump, que suena mucho más auténtico). Pues bien, la autora tiene un museo dedicado que está lleno de réplicas en miniatura de casitas de colores, en las que puedes entrar, y hasta un tren de juguete en tamaño maxi. Te estoy oyendo pensar: “¿No estoy yo mayor para estas cosas?”. Bueno, piensa que nadie te conoce en Estocolmo, así que aprovecha el momento.

A vista de pájaro

Despegamos del suelo y nos alzamos a las alturas sin perder la esencia juguetona: ¿qué tal un paseo por los tejados holmienses (atención al gentilicio, que no estaba fácil)? Aun a riesgo de ser coronada Reina de las Perogrulladas, os diré que la experiencia es no apta para personas con vértigo. Eso sí, las vistas y las fotos desde allí no tienen desperdicio. Si pasas de emociones fuertes, pero quieres ver los tejados negros en todo su esplendor, te recomiendo dos enclaves.

Uno de ellos es el paseo de Monteliusvägen, en el barrio de Södermalm. Este pequeño camino se encuentra en una posición bastante elevada, lo que permite tener unas vistas preciosas de la isla de Gamla Stan. Cerquita de allí tienes el Kafé 44, un espacio político que es a la vez librería, cafetería, sala de conciertos, charlas y lo que se tercie. Es un sitio superacogedor y tiene una comida vegana absolutamente deliciosa que convencerá hasta al más carnaca.

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El otro enclave es el parque Observatorielunden. Además, ya que estás ahí, no te pierdas la Biblioteca Pública de Estocolmo. Se trata de un edificio circular con las paredes repletas de libros y es, sin duda, una de las bibliotecas más bonitas que he visto.

Un poquito de cultura

Un lugar perfecto para resguardarse del frío es el Museo Fotografiska, en el que podrás ver, como sospecharás, fotografías. Las exposiciones van cambiando, así que no puedo hacerte ninguna recomendación, pero estoy segura de que encontrarás cosas chulas. Si la fotografía no te va mucho (entiendo que no todo el mundo es tan friki como yo) quizás el Moderna Museet, con piezas de arte contemporáneo, te vaya más. Tiene una selección no muy grande, pero sí muy buena, de artistas muy conocidos como Picasso, Matisse o Dalí. También hay espacio para mujeres artistas como Tanning o Ekster, lo cual es muy de agradecer.

Créditos: Marta Lizcano

Hay vida más allá de Estocolmo

Pero no te limites a la ciudad: la naturaleza en los países nórdicos es impresionante en cualquier momento del año; además, entre septiembre y marzo es la época perfecta para ver las auroras boreales. Verlas es complicado, porque se tienen que dar unas condiciones muy concretas, pero el espectáculo debe de ser sobrecogedor y mágico. Y es que, ¿acaso hay algo más mágico que la ciencia?

Aunque ya te he dado todas las piezas para un viaje estupendo, te dejo el mapa que me hice para mi viaje para que no tengas que montártelo en plan IKEA. Por cierto, ¿sabes de dónde sale el nombre? Es un acrónimo de Ingvar y Kamprad (nombre y apellido del creador de la marca), Elmtaryd (la granja familiar) y Agunnaryd (la localidad sueca donde creció). Como verás, las distancias entre unos sitios y otros son bastante grandes, así que quizás te interese pillar el bus turístico y así, de paso, vas aprendiendo cosas nuevas.

Todavía estás a tiempo de hacer las maletas y cerrar 2017 en Estocolmo descubriendo cómo despiden el año los suecos en el museo al aire libre de Skansen. Solo diré que la celebración incluye poesía y fuegos artificiales. Más tarde, la fiesta sigue en el barrio de Södermalm. ¡Feliz 2018!