El día que Pepe Mujica me salvó un viaje

Santiago D. Torrado 4 minutos
Ir a Montevideo puede cambiar tu experiencia dependiendo de si viajas en invierno o en verano. En invierno pueden salirte estalactitas de la nariz y morirte de aburrimiento en una ciudad totalmente apagada. En verano puedes ir a sus playas, perderte en fabulosos pueblos cercanos y emborracharte durante cuarenta días seguidos bailando ritmo africano en sus carnavales. Pero tranquilo, si no eres una persona demasiado fiestera tienes una grandísima alternativa para hacer tu viaje inolvidable: conocer a Pepe Mujica.

Montevideo en invierno

La imagen de Montevideo cambia mucho dependiendo de si la visitas en invierno o en verano. La primera vez que fui a Montevideo pensaba que me había metido en el corazón de mi ex. A partir de las seis comienza a anochecer y no ves en la calle a ninguno de esos alegres y simpáticos uruguayos que llevabas imaginándote desde hace tiempo. Intentas reanimarlos pero es imposible. “¿Pero vos no ves el frío que hase ahí fuera? Y es verdad. Hace mucho frío, por lo que ahí se quedan, en sus casas tomando mate y viendo jugar al Peñarol. Si lo que buscáis es una ciudad en constante ebullición vale más visitar Chernobil que Montevideo en pleno invierno.

Montevideo en verano

Pero todo cambia en verano. Este año he vuelto en febrero. Pero esta vez, mientras todos estabais en España con cuatro capas de ropa encima, yo me estaba achicharrando en la playa de Pocitos de Montevideo, mirando con terrible nostalgia las fotos de mis amigos en Facebook, ataviados con abrigos siberianos y bufandas de cinco metros de longitud. He de reconocer que aquella morriña era más bien efímera. Duraba concretamente lo que tardaba en comprar una cerveza y darme un baño.

Los primeros meses del año son ideales para visitar Montevideo. Allí es verano, hace calor, tiene playa y además puedes vivir los carnavales más largos del mundo.

Si vas en esta época fortalece tu hígado. Ordénale hacer unas flexiones porque empiezan sobre el 23 de enero y terminan alrededor del 3 de marzo. Es decir, aproximadamente 40 peligrosos días de juerga continua con uruguayos que, durante esas semanas, aparcan el mate a un lado y se vuelven incompasibles bebedores de cerveza. Murgas, desfiles, comparsas, bandas de candombe… La capital de Uruguay se convierte en un fiestón durante esta época, y ahí estuve este año para vivirlo.

Como soy una persona de naturaleza inquieta, después de numerosas e incontables resacas -perdí la cuenta- decidí que ya era hora de apostar por un plan más cultureta. Así que me fui a conocer a Pepe Mujica. Sí, al mítico expresidente de Uruguay.

Plan para conocer a Pepe Mujica

Estudiantes de derecho… ¡venid a mí! No se si legalmente puedo decir dónde vive Pepe Mujica. Os daré una pista que fue la que a mi me ayudó a encontrar su casa. Mujica abrió una escuela agraria delante de ella y que, por lo que sabemos, está en el poblado Rincón del Cerro, a 20 km de Montevideo. Aquí en Houdinis somos investigadores de primera línea, así que os diré cómo encontrar esta escuela con una sofisticadísima y compleja búsqueda en Internet: escribiendo en Google Maps “Escuela Agraria Rincón del Cerro”. Voilà! Ahí tienes la ubicación.

Ahora hay que ir hasta allí, que tampoco es fácil. Coges en Montevideo el autobús L35, que te deja cerca de Rincón del Cerro. Le dices al chófer que vas a ir a ver Mujica. No se sorprenderá. La casa de Mujica se ha convertido ya en un lugar de peregrinaje. Cuando el conductor te diga de bajarte no te asustes. Sentirás que estás en medio de la nada. Y es cierto. Será como si estuvieras en un páramo de Into the wild.

Preguntad a alguien, si es que encontráis a alguien, dónde podéis coger otro bus para ir hasta Rincón del Cerro, pero no os fiéis de una sola persona. Los uruguayos (y los latinoamericanos en general) tienden a darte indicaciones sin tener ni puñetera idea, así que tendréis que contrastar la información. En mi caso cometí el error de preguntar a una sola persona y cogí un bus que me dejó más aún en la mitad de la nada de la nada, a varios kilómetros de mi punto de destino.

Así que alcé mi pulgar e hice autostop. Allí me recogió un agricultor que vivía cerca de Mujica. Un cuarto de hora después ya estaba en la casa del expresidente. Como os dije antes, se ha convertido en un lugar de peregrinaje, por lo que allí ya había más gente esperando verlo.

Allí me atendió su vigilante de seguridad, un tipo al que llaman “El turco” pero que no se parece a un turco, es de Montevideo de toda la vida, bebe mate y escucha rock uruguayo. Nos hizo pasar a su garita de seguridad para esperar a Mujica, que apareció a los pocos minutos. Entrada triunfal, la de Pepe, sin su dentadura postiza y jadeando porque venía de trabajar la tierra. Estuvimos hablando con él cerca de hora y media. Hablamos sobre el capitalismo, pusimos verde a algún que otro político español y le di un saludo de parte de mi madre. Un tipo afable, Mujica.

El coche del millón de dólares

Algo sorprendente ocurrió al volver. Volví a hacer autostop, esta vez en dirección a Montevideo. Allí paró un viejo escarabajo azul que iba como una bala. Se abrió una ventanilla y… ¡era El Turco! Escuchando un viejo grupo de rock uruguayo a unos decibelios que haría temblar al mismísimo Marilyn Manson. “¿Te llevo a Montevideo?

 

© Santi D.T.

Mujica le había prestado su mítico escarabajo azul para que fuera a Montevideo. Un loco jeque árabe, que lo que tiene de loco lo tiene de asquerosamente rico, le ofreció un millón de dólares por ese coche. El resto de los mortales nos imaginaríamos contando billetes en alguna playa de las Seychelles, menos Mujica, que se negó a venderlo.

Así que si un día acabas en Montevideo en verano y estás cansado de llevar 40 días de juerga -oye, que a todo se cansa uno- aquí tienes un plan para conocer a uno de los expresidentes más emblemáticos de América Latina y acabar escuchando rock uruguayo en un coche que vale un millón de dólares. ¿Quién dijo que se necesitaba beber para divertirse?