El arte del regateo

Laura Llop

Cuando voy a comprar, los productos tienen un precio establecido. Si me interesa lo compro, y si no, no. Pero comprar no resulta igual de fácil en todo el mundo.

No nos engañemos, no soy ninguna experta del regateo; me vi forzada a hacerlo en Marruecos  hace unos años, y al principio la verdad es que no me hizo mucha ilusión. Sin embargo hay que reconocer que  regatear puede llegar a salirte muy bien y resultar muy divertido, cuando uno le coge el gustillo, claro.

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En un mercadillo como éste aprendió Laura a regatear. 

Lo primero y más importante es no tener prisa.  Así que hay que ir a comprar con calma y tiempo. Podemos tardar una hora en comprar unos pendientes, unos zapatos o un bolso, así que es importante mentalizarse. Además, si estamos en un mercadillo o zoco de un continente lejano, es probable que nos extraviemos y nos perdamos en callejuelas laberínticas, así que es importante dejar las prisas en casa.

Por supuesto, hay que tener una idea aproximada de los los precios de las cosas en cada lugar para poder llegar a un precio adecuado para cada producto. Así que si el vendedor exagera, ¡nosotros más! Y que no os preocupe ofender a los comerciantes, ellos pueden enfadarse y gritar mucho, pero no hemos venido a hacer amigos: hemos venido a comprar. Además es probable que su enfado se apague con la misma velocidad con la que se encendió.

No hay que encariñarse con un objeto en concreto, porque en el regateo no hay venta asegurada, así que debemos mostrar poco interés mientras regateamos. Además, en la parada de al lado es probable que tengan lo mismo, y mucho más barato. Y aunque no sea así, esto es lo que le diremos al comerciante, que quede claro que su tienda no es la única del mercado.

Después de un largo proceso – habremos dicho muchos números o los habremos escrito en un papel y tachado repetidas veces, habremos entrado y salido de tiendas, habremos sido perseguidos, increpados, tratados de locos, etc. – , a lo mejor tenemos suerte y conseguimos salir del mercado con los objetos deseados.

Y eso, hay que saborearlo, hay que disfrutar de ese momento, porque lo habremos conseguido: habremos comprado lo que queríamos a un precio muy bajo demostrando así nuestra inteligencia y agilidad mental, y habremos vivido una experiencia única (porque tampoco hay que auto-engañarse, probablemente hayamos pagado un “precio guiri”, pero al menos lo habremos regateado).