Destinos antiestrés para activar el Modo Avión

Carolina Velasco
Tras meses pidiendo a gritos un descanso, cuando llegan las vacaciones muchos nos lanzamos a una actividad frenética que incluye madrugones, maratones de museos y monumentos y correr de punta a punta como si no hubiera mañana. Hoy vengo a proponerte justo lo contrario: que desconectes, pero esta vez de verdad.

Terminan las vacaciones y siempre se oye la misma cantinela: “necesito otras vacaciones para recuperarme, qué agotamiento, volví con agujetas”, etcétera, etcétera. Destinos como Londres, Tokio o Nueva York suenan de lo más apetecible, pero pueden dejarte sin dinero y sin energías. Toca cambiar el chip.

Hace tiempo que descubrí que las vacaciones perfectas incluyen una buena dosis de descanso, así que he decidido llevarlo hasta las últimas consecuencias. Es por eso que vengo a abrir tu mente con una lista de lugares en los que podrás desconectar del ruido y las agendas apretadas sin tener que salir de España. Ve preparando ese libro de 1.000 páginas que llevas meses cogiendo polvo sobre la mesilla porque la falta de tiempo o tranquilidad para leer ya no serán excusa.

Al fresquito de Hondarribia

Estresarse en este pequeño pueblo a 20 kilómetros de Donosti parece misión imposible: las únicas decisiones que tendrás que tomar serán con qué pintxo acompañar el txakolí o  por dónde dar un paseo. Ni siquiera tendrás que pegarte por lograr un buen sitio en la playa: vale, puede que el tiempo no sea el mejor del mundo para disfrutar de su costa, pero siempre te quedan los paseos en plena naturaleza y por su pintoresco centro histórico.

Si además te alojas en una de las casas rurales que hay en sus alrededores, olvídate del ruido. Pero, el argumento definitivo para muchos, será la idea de poder dormir sin calor en pleno verano y sin tener que usar aire acondicionado: un lujo por el que matarían todos los que ahora son incapaces de enganchar más de cinco horas de sueño. Como yo, por ejemplo.

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Patones de Arriba: desconecta más cerca de lo que piensas

Patones ha pasado de ser uno de esos pueblos a punto de terminar deshabitado (en los años 70 apenas tenía una docena de vecinos) a convertirse en uno de los sitios favoritos de muchos madrileños para ir a pasar el fin de semana: está lo suficientemente cerca de la ciudad para no pasar horas en el coche y lo suficientemente alejado del centro como para olvidarse de atascos y gente caminando por la ciudad con prisas y cara de pocos amigos.

Los paseos entre edificios de pizarra antes o después de darse un festín en uno de sus restaurantes son ya una tradición. Además, si te quedas a dormir no tendrás que preocuparte por el alcoholímetro y, en vez de despertar con una odiosa alarma, lo harás con el canto de un gallo. Eso sí, si acudes en fin de semana, tendrás que pasear por el campo si aspiras a no ver a nadie, ya que sus calles y plaza cada vez atraen a más curiosos: sigue sin estar tan concurrida como la Gran Vía madrileña, pero visitantes no le faltan.

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Tuéstate al sol de Tarifa

Si lo tuyo es ponerte al sol durante horas y darte un baño entre siesta y siesta, nada como esta localidad gaditana. Pocas playas son tan espectaculares y con arena tan fina como la de Tarifa, y tiene la ventaja de que es lo suficientemente grande como para no tener que pegarse por un sitio tranquilo o no tener que escuchar a la familia de al lado hablar a gritos.  El único pero, eso sí, son las corrientes de aire. Si te toca su ya célebre viento de Levante, no te desanimes y aprovéchalo para practicar deportes acuáticos como windsurf o kitesurf, y si nunca lo has probado, es el momento perfecto para apuntarte a uno de los múltiples cursos que encontrarás allí.

Está bien, con Tarifa no te basta. Para saciar tu ambición, te propongo playas tan paradisíacas como Zahara de los Atunes o Bolonia, donde puedes esconderte del mundo tras cualquiera de sus dunas. Elijas la playa que elijas, si la combinación de olas, siestas al sol y pescaíto frito no hace que caigas rendido en la cama cada noche, tienes un serio problema. Háztelo mirar.

El Pirineo aragonés para viajar en el tiempo

Esta opción es la menos sedentaria de todas, porque si quieres disfrutarla al 100% tendrás que moverte un poco, pero nada como algo de senderismo por el parque de Ordesa para descubrir paisajes sorprendentes. Además hay rutas para todos los gustos, desde tranquilos paseos por ermitas sin apenas dificultad -que se pueden completar en una hora- a rutas para alpinistas experimentados, como la de los Picos del Infierno.

Si lo de calzarte botas de montaña y salir a caminar no va contigo, siempre puedes alojarte por la zona. Benasque, con sus casas de piedra y sus suaves temperaturas, es uno de los pueblos más atractivos del país, aunque Alquézar, Torla, Aínsa o Jaca tampoco le quedan a la zaga: si los localizadores de “Juego de Tronos” descubren sus castillos y sus calles empedradas, seguro que se piensan dos veces irse allí a rodar.

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Balnearios o cómo no dar un palo al agua

¿Quieres desconectar y que lo hagan todo por ti? Tengo la solución. Un balneario es tu destino perfecto, y además en España los hay para todos los gustos y precios. Si además te quieres sentir como el protagonista decadente de una película de Wes Anderson, nada como irse a un balneario clásico como los de La Toja y Mondariz en Galicia, Solares en Cantabria, Lanjarón en Granada o Panticosa en Huesca: aunque solo sea por disfrutar de sus edificios, ya vale la pena viajar hasta allí.

Si añades los masajes, las aguas termales, las piscinas en las que dedicarte a la vida contemplativa y que lo único que tienes que hacer, cual bebé, es dormir y comer, puedes cantar bingo: has dado con las vacaciones perfectas para no dar un palo al agua