Cómo participar en Los Juegos del Turismo de Venecia y vivir para contarlo

Rebeca Suarez
Compañeros y compañeras: como cada año en estas fechas, Venecia, libre ya de sus clásicas inundaciones otoño-invernales, ha abierto la inscripción de participantes para Los Juegos del Turismo 2016.

Que, como todos sabemos, consisten en miles de turistas contra un puñado de Houdinis luchando en una batalla cruenta en la que solo hay una regla: sobrevivir.

¿Cómo, que a ti te habían contado que Venecia era todo calma y tranquilidad y romanticismo en una ciudad de ensueño? Ay, alma de pollo, claramente no estás preparado para  visitar la ciudad de los canales sin una guía de supervivencia detallada. Pero no te preocupes, que yo me ofrezco voluntaria para ilustrar el arduo camino que te queda por delante. Es un gesto que me honra. Lo sé.

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Lo primero que tienes que asimilar

Es que desde el mismísimo segundo en que compres los billetes de avión y reserves el hotel, empezará a sonar en bucle en tu cabeza el himno ochentero que le dedicaron los Hombres G.  “Lo tengo preparado. Tengo las maletas. Vamos juntos hasta Italia, quiero comprarme un jersey a rayas. Pasaremos de la mafia, nos bañaremos en la playa”. Todo el rato. En tu cabeza. No luches contra ello. Acéptalo. Intenta disfrutarlo. Abandónate al “VeneeeEeeecciiiaaaa”. Es parte de la aventura. Lo siento.

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Vale, ya has hecho las maletas y te has plantado en Venecia, ¿ahora qué?

Pues ahora viene la parte más difícil de tu iniciación: sobreponerte al stendhalazo que te va a dar en cuanto llegues. Porque puedes haber visto miles de fotos, y videos y películas, y haber virado mucho los ojos cuando todo el que la ha pisado vuelve hablando de lo hermosa que es, pero cuando te acercas y descubres en tus propias carnes que, milagros de la vida, las expectativas están a la altura de la realidad, hay pocos ejercicios de meditación e introspección emocional que te libren de quedarte entre un poco tocadillo y completamente pa’lla. ¡Es TAN bonita!

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En cuanto ajustes tu mirada para no ser deslumbrado por tanta belleza, empezarás a notarlo. Los empujones, los palo selfies, los puestos ambulantes abarrotados, las colas hasta para caminar. En el Canal Grande, en el Ponte Sospiri, en el Mercado de Rialto… ¡estás rodeado! Ay amigo, nadie da duros a cuatro pesetas ni destinos de ensueño sin obligarnos a pagar peaje. En este caso, el que todo lo que tenga de hermosa Venecia, lo tenga de vórtice atrapa turistas. Por todas partes.  Ahí es cuando te das cuenta de en qué consisten realmente los Juegos del Turismo venecianos: en sobrevivir a la experiencia sacándole el máximo provecho sin ser completamente engullido por la manada. ¿A qué suena divertido?

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El mejor consejo que te puedo dar

Es que realices el ejercicio mental patentado por el eminente pensador Carl Winslow: “Uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis, yo me calmaré, todos lo veréis”. Tú a lo tuyo. Mira mucho para arriba,  a los edificios imponentes que verás constantemente, y a las casas más modestas con su aire retro sentimental, también. Asómate a la Piazza San Marco a disfrutar de la Basilica di San Marco, el Campanile y el Palazzo Ducale. Y a descubrir asombrado cómo las palomas en tu ciudad son ratas voladoras pero aquí son poco menos que las Lady GaGas del cielo. Y tómate un café en una de las terrazas. Será carísimo, sí, pero, por el amor de dios, estás en Venecia, ¿qué son 6 euros por un café? Suéltate un poco la melena. Eso sí, ojito con los suplementos, especialmente si hay música en directo. El que avisa no es traidor.

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Gasta, sí, pero gasta con moderación

Porque ahora llega la hora de empezar a hacer ejercicios faciales. Estira bien esos músculos, fuerza la sonrisa, ahora pon morritos. Repítelo unas cuantas veces. Bien. Ya estás preparado para ir por Venecia preguntando precios sin que se te rompa la mandíbula al tocar el suelo.  Esta es una prueba de fuego. Porque, verás, hay una maldición que aflige a todo aquel que pisa esta tierra flotante que obliga, mediante cantos de sirena sutiles pero poderosos, a comprar una máscara veneciana (en el 99% de los casos, horrible) y traerla a casa para darle mil vueltas hasta que descubres que te da vergüenza regalarsela hasta a tu cuñado por navidad.  ¡Di no a las máscaras venecianas! Especialmente si el sueño de tu vida es montar en góndola. Porque da igual los ejercicios faciales previos y el precalentamiento mental que hayas hecho. La cara que se te va a quedar cuando te pidan 100 euros por un paseo de poco más de media hora, no te la quita nadie.

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Cuando te hayas quitado ese peso de encima (específicamente, el de los euros que te has ido gastando), lánzate a la aventura

Es la única forma de disfrutar Venecia sin acabar sucumbiendo a la fiebre turística. Piérdete por las callecitas menos transitadas, que las hay. Tópate una y otra vez con callejones sin salida y descubre que todos los caminos dan a un canal precioso (los cochambrosos también molan, no preguntes por qué, pero molan). Lucha con esa familia de americanos que han tomado la misma senda que tú y ahora no te dejan ir ni pa’lante ni pa’trás porque están haciendo un book de fotos profesional para el Facebookal Geographic. Pero ojito con intentar meterte por la Calleta Varisco, una de las calles más estrechas del mundo, no vaya a ser que en medio de tanto goce viajero nos pillemos un disgusto si no cabemos.

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Y, por supuesto, ponte morado

Prueba su Bigoli in salsa, la pasta veneciana por excelencia, o su risotto alla trevigiana. Busca locales apartados de la zona turística y donde oigas mayoritariamente hablar italiano. Si los lugareños comen allí es más probable que la comida esté a la altura y que no tengas que pasar los siguientes tres años de tu vida fregando platos para pagar la dolorosa cuenta.

Si tu cartera está directamente en las últimas, pásate por el Bacareto Da Lele (en Campo Dei Tolentini, 183) un local pequeñísimo pero donde podrás comprar algo para picar y comer en la calle a muy buen precio. O anímate con cualquiera de los puestos de pizza al corte tan populares ahora en España y que por supuesto no faltan en Venecia. Y de postre, por supuesto, helado. En Italia, truene o nieve, siempre helado.

Lo más importante es que nunca perdamos de vista la verdadera razón de visitar cualquier localidad italiana: ponerse como la moñoño.

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Para bajar la comida nada mejor que un paseo por Burano, la versión isla de la paleta Pantone. Está a unos 20 minutos de Venecia en vaporetto pero merece la pena dedicarle unas 200 fotos en tu instagram a sus casitas de colores.

Como complemento, o plan b, no hay nada que dé más puntos de experiencia vital que dejarse avasallar por la cultura y el arte, y pasar un rato acompañado de Kandinsky, Picasso o Magritte. Así que reserva unos 16 euros para visitar el Museo Peggy Guggenheim. Has sobrevivido a tu aventura veneciana y te mereces celebrarlo rodeado de los más grandes.

Si además consigues salir a tiempo de ver posarse el atardecer sobre la ciudad y terminas tu día sin haberte enzarzado con ningún turista más, ¡enhorabuena, has salido victorioso de los Juegos del Turismo venecianos 2016! Aquí está tu máscara de regalo.