Comer solo. Manual para compartir la comida en la mejor compañía posible: la tuya
Lo reconozco. Soy de los que sienten que ir a un bar, restaurante, cafetería, lo que sea, sin compañía es una locura. ‘Para no hablar con nadie me quedo en casa’. No le veo el sentido a remover la cucharita del café mirando al tendido o toquetear el móvil sin finalidad alguna para simular ocupación. Me siento incómodo, observado, deseoso de apurar mi consumición y escabullirme a la ruidosa ciudad, reconfortado por la marabunta de gente y sus conversaciones a gritos. ¡Qué tranquilidad! Dramas del primer mundo. Lo sé. Y por eso decidí enfrentarme a mis miedos. ¡A Dios pongo por testigo que voy a ir a comer solo! Lo que no esperaba era que, al final, iba a terminar cogiéndole el gustillo… ¡Maldición!
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