Bitácora de un cumpleaños loco, milenario y chino

Paula Sabater
Mi mayor pasión es viajar. No importa dónde, no importa por cuánto tiempo. Viajes de fin de semana, de puente, de vacaciones, de “me debes tal día, me tomo tal otro”, de Navidad, de fiestas, de conciertos, de bodas, de despedidas, de reencuentro con amigos, etc. Pero, desde hace un par de años, sumé una excusa más a mi generosa lista de motivos para subirme a un avión: mi cumpleaños. Decidí que no hay mejor manera de empezar una nueva vuelta al sol, que dando una vuelta al mundo. O al menos, unos kilómetros de este mundo.

El primer año fue en pareja, el siguiente con amigos y éste, casi como una evolución natural, festejé mi cumpleaños sola. Sola por decisión propia, con todos mis amigos en contra y seriamente preocupados por mi salud mental y/o emocional, para terminar confirmando, una vez más, que estoy enferma. Y que el único antisuero que acepto es el de las aguas embotelladas de las máquinas expendedoras del aeropuerto. O el refresco más caro que se pueda beber, directamente sacado de las entrañas de una aerolínea low cost.

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Mi regalo sorpresa

Pero volvamos al tema de regalarse un viaje. Es un mimo, un “auto-reconocimiento” que nos “auto-damos” por ser tan buenos y pacientes durante todo un año. No es un viaje más y por lo tanto el destino tampoco tiene que serlo. En mi caso, la elección fue muy meditada. Taaanto como anotar 3 lugares a los que tenía muchas, muchas ganas de ir, ponerlos en mi bolsillo y, tarareando mentalmente de “The Final Coundtdown”, sacar uno al azar.

Estaban en la final: Petra, Angkor Watt y Muralla China.

Magnitud de la locura: 6 días libres, cumpleaños de por medio.

Redoble de tambores.

And the winner is… ¡Muralla China! ¡Hala, ahí nos vemos Beijing!

Sonreí feliz al sacar el papel, porque muuuy para mis adentros era el destino que quería. Aunque debo admitir que el rollo del bingo viajero me había entusiasmado, estaba nerviosa incluso, era parte de la sorpresa de todo buen regalo.

Ahora, quedaba preparar todo para el viaje, al igual que se prepara todo para una fiesta.

Todo organizado para no volverse chino. O sí

Primero e indispensable antes de planificar un viaje a China: sacar el visado. Un trámite que no es muy engorroso como algunos blogs de viaje lo pintan, pero que demora al menos 1 semana. Antes había un sistema de visa exprés que lo adjudicaban en 48 horas, pero ya no está disponible para España.

Otra cosa muy indispensable, y creedme que lo es, es llevar impreso una lista de ideogramas chinos: desde el obvio “Muralla China” hasta “bus”, pasando por la necesaria palabra “lavabo”. Os aseguro que sin este papel impreso no sobreviviréis. Allí casi nadie habla inglés, aunque esté lleno de turistas (muchos chinos) poca gente lo sabe.

Yo tuve una de las experiencias más alucinantes del viaje cuando, en frente del Palacio de Verano, mantuve una “conversación” con un señor muy mayor sentado a mi lado, admirando el paisaje. O quizá no era tan mayor, nunca fui buena adivinando la edad de los asiáticos. En fin, estábamos solos y él balbuceó una palabra que me sonaba haber escuchado muchas veces. La busqué en mi lista salvadora y voilà, ahí estaba. Era “Ni hao ma” (你好吗 = hola, ¿cómo estás?). Así es como nos fuimos pasando mi papelucho de palabras, tratando de armar una oración con sentido durante 40 épicos minutos donde uno puede darse cuenta que las ganas de comunicación superan cualquier barrera idiomática. Aunque la conversación haya sido digna de Dalí o Man Ray.

Eso sí, acostumbraros a que escupan en cualquier centímetro cuadrado libre o que eructen sin quitaros los ojos de encima, aunque pasado el primer impacto, debo deciros que el pueblo chino me pareció gente de lo más amable con el turista. O por lo menos ese fue mi caso, que viajando sola y con el mapa enrollado en la mano, siempre se ofrecieron a ayudarme, aunque pocas veces llegamos a buen puerto. Descargad el siempre salvador Maps.me, ya que Google Maps no funciona ahí. Nada de Google, ni Facebook o Instagram. Desconexión sideral y milenaria, bienvenida sea.

Despacito, pasito a pasito, suave suavecito… 

Hay varios tramos para recorrer la Muralla y muchas épocas del año para ir. Lo que es importante, a riesgo de soponcio mental, es no ir por ninguna razón durante las fiestas chinas (finales de enero-principios de febrero y primera semana de octubre). Los chinos tienen solo 7 días festivos al año. 7. Lloro de solo pensarlo. Por lo que durante esas fechas hordas de chinos sacarán sus furiosas cámaras de fotos y banderines como señalética para desplazarse por doquier, especialmente, la Muralla China. En mi caso fui en diciembre y estuvo genial. Ni muy excesivamente frío ni repleto de gente, de hecho, había poca. Y algunos lugares de la Muralla se veían nevados. Soñado.

Pero volvamos a la Muralla. Son 3 los tramos más conocidos para visitar: Badaling es el más cercano a Beijing – solo 70 km-, el más reconstruido y sin duda el más, más turístico. Mutianyu está a unos 90 km de Beijing, no es taaan concurrida como la anterior y tiene unas vistas preciosas, con un bosque de por medio. Y…con un tobogán gigante para bajar de la Muralla. Por si había alguna duda…¡aquí pasé mi cumpleaños 37, claro que sí!

Y finalmente está Jingshalin, la parte más alejada, menos accesible pero sin duda la más auténtica, aunque con muchos tramos sin reconstruir, por lo tanto truncos.  

Para llegar podéis ir por vuestra cuenta en bus y tren o con un “tour” que contratáis en los hostales, que en realidad es más un medio de transporte fácil que un “tour”, porque no explican nada. Creo que 3 horas, a buen ritmo y parando para descansar y disfrutar las vistas, son suficientes para recorrerla. Si se quiere estar mucho más relajado y hacer paradas largas, sin estar pendiente del reloj, recomiendo ir por cuenta propia cogiendo el bus.

Momento milenario

Una vez allí, disfrutad del paseo, caminad, subid, bajad, sacaros la típica foto y otras que solo queden en vuestra retina. El lugar se lo merece. Veréis de todo. Desde novias recorriendo la Muralla con sus vestidos llenos de volados hasta atletas amateur. China es un lugar grandioso y la Muralla solo un reflejo de ello.

Esta Maravilla lleva ahí más de 2000 años. Fueron necesarias muchas personas para construirla y muchos murieron en ello, fue uno de los primeros muros que se creó para separar pueblos (si hubiese vivido Trump en esa época, ¡madre mía!). Aunque en términos bélicos sirvió de poco, los hunos, los grandes archienemigos de los chinos, la cruzaron sin mayor problema. Fue abandonada durante los últimos siglos, e incuso saqueada para que la gente tomara de allí piedras para construir las nuevas ciudades…

Créditos: Paula Sabater

Sin embargo, ahí está, sobreviviente, demostrando que por más que pase el tiempo y las personas, sigue de pie. Ahí está, lista para envolverse y convertirse en uno de los mejores regalos de cumpleaños que pueda recibir nadie jamás. La mejor fresa de cualquier pastel.

Feliz cumpleaños para mí que, como la Muralla, estoy más vieja pero igual de inquebrantable.