¿A qué huelen tus recuerdos?

Mireia Fleta

¿Te imaginas cómo sería poder viajar en el tiempo? Aunque físicamente no podamos, nuestra mente, que siempre va más allá, nos permite hacerlo a través del olfato.

Oliendo flores. Es una imagen de Dennis Wong

Los olores nos devuelven momentos y personas.

Gracias a ellos revivimos situaciones, reconstruimos antiguas relaciones, y lo hacemos con tal intensidad que somos capaces de recrear  el contexto: nuestras ilusiones, pensamientos e inquietudes de entonces.

Es lo que se conoce como el Fenómeno de Proust.

Aunque en el momento no somos conscientes, los aromas se van almacenando en nuestra mente creando el perfume de nuestros días.

Por ejemplo, para mí la leña no huele sólo a leña.

Huele a los fines de semana cuando íbamos a ver a mis abuelos al pueblo. Me huele a lo contenta que se ponía mi abuela cuando nos veía bajar del coche y a los 1.500 besos que me daba nada más verme.

Me huele a los almuerzos contundentes de huevos fritos con jamón y a las meriendas de coca de anís con nocilla. A las partidas al “cinquillo” con mis primos, a las excursiones con mi padre.

Y me huele también a lo  feliz que lo veía por volver a su pueblo y juntarse de nuevo con sus amigos de toda la vida.

Me huele a mi infancia, a la ausencia de preocupaciones  reales porque mi mayor problema era entender los deberes de mates, hacer la redacción de “caste” y conseguir de una vez por todas que el chico que me gustaba se fijara en mí. (¿Por qué nunca me hiciste caso, Héctor? Si te animaba en los partidos de fútbol, te dejaba copiar los deberes  y te daba de mi bocata… En fin.)

A todo eso me huele a mí la leña.

Lo mismo me pasa con la madera, el barniz, el tomillo, el café o la tierra mojada.

Cada uno de ellos me transporta a una determinada época. Y es que los olores llevan implícitas un millón de sensaciones y sentimientos.

Sabiendo esto, la empresa nipona de telecomunicacioness NTT desarrolló un sistema que permite ver una película y percibir también olores, convirtiendo la proyección en toda una experiencia.

Esperemos que cuando llegue a nuestras casas a los actores no les dé por ir al baño muy a menudo.

Vaya, con lo emotivo que me estaba quedando el post y se me cuela este comentario tan vulgar. Perdona el descudio, pero es que tenía que decirlo. (“Algú ho havia de  dir!”)

Además, no te hagas el fin@ que seguro que tú también lo estabas pensando… ;)

Volviendo a las confidencias del principio, creo que ya va siendo hora de que vayamos estrechando lazos.

Pero ahora te toca a ti contarme algo que siempre soy yo la que se sincera. Y qué mejor manera de romper el hielo que hablando del tema que nos incumbe.

Dime, ¿a qué huelen las nubes? (¡No, no! Ésa no era la pregunta, me ha salido sin pensarlo, hay que ver lo hondo que cala la publicidad…)

Lo que yo quería preguntarte era… ¿A qué huelen tus recuerdos?